Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

La crisis económica alemana puede acabar teniendo graves repercusiones para todo el área del euro y por supuesto para España, particularmente al haberse debilitado nuestra posición exportadora por el alto nivel de inflación alcanzado. Lo peor de la inflación no es que los precios al consumo suban, sino la pérdida de competitividad del conjunto de la economía. Alemania necesita desesperadamente vender, nosotros también, pero la diferencia a este respecto está en que a causa de la inflación alcanzada en España a nosotros nos va a resultar mucho más difícil vender en Alemania y sin embargo, gracias a su moderada inflación, tres veces menor que la nuestra, los alemanes tienen más facilidades para colocar sus producciones en España.

La crisis alemana coincide con la ampliación de la UE, y si ya resulta problemático pretender mantener con los mismos criterios de formación del presupuesto las principales políticas comunitarias, incluidas las de cohesión territorial, la cuestión se torna imposible a la hora de mantener los mismos objetivos.

Sería un grave error, que tanto desde el Estado como desde las comunidades autónomas se careciese de la sensibilidad suficiente para abordar una situación económica, que combina ralentización del crecimiento económico con una inflación que tiende a descontrolarse, máxime cuando en la España del euro, no existe ya política monetaria e incluso la fijación de intereses pertenece al Banco Central Europeo.

Sin embargo todas las comunidades autónomas, aun las más desarrolladas se han beneficiado de los fondos europeos, y para algunas de ellas como Andalucía o Extremadura, resultan básicos para alcanzar sus objetivos de convergencia económico-social con los restantes territorios del Estado.

Las complicaciones de todo orden, que el necesario control de la inflación plantea, está plagada de potenciales conflictos. Desde luego lo ya pactado, pactado está y por lo tanto los mecanismos de revisión salarial que la mayoría de los convenios tienen, inexorablemente se pondrán en marcha, y deben ponerse en marcha. Pero también es cierto, que en la necesaria concertación social futura la moderación salarial es una de las piezas claves, pero sólo una de las piezas, y sería un error intentar, una vez más, que sean los trabajadores los únicos que soporten la crisis. En términos sindicales, el sacrificio salarial tan sólo se explicaría si tiene como contrapartida obligada la generación de puestos de trabajo, y la moderación de los beneficios empresariales explicitada en los potenciales acuerdos. Moderación que siempre se concreta peor que la moderación salarial. Pero en todo caso, tenemos que asegurar la competitividad de nuestras producciones en una situación inflacionaria, y no olvidemos que la inflación siempre castiga a los elementos más débiles de la estructura económico-social, los trabajadores menos cualificados y los territorios menos desarrollados.

El Gobierno no puede hurtar su responsabilidad, que es grave y muy directa en lo ocurrido. Hubo tales errores en las previsiones, tanto del crecimiento económico como de la inflación, que cuesta creer que los técnicos de los ministerios competentes no los pusieran en conocimiento de las autoridades políticas responsables. Tentaciones dan de pensar que fue el propio Gobierno quien forzó las cifras, para presentar un cuadro inexistente. Fuere como fuere, el error ha sido grave y trascendente. Y tal vez la mejor manera de visualizarlo, es imaginarnos la angustia que atenaza al medio millón de hogares en que todos sus miembros están en paro.