XPxueden entrarnos dudas, pero no debemos vacilar. Sabemos que la gestión política está sujeta a los avatares y esclavitudes diarios y que hay que negociar, equivocarse, rectificar, discutir, renunciar, porque la verdad absoluta no la posee nadie. La política no es la caja de Pandora ni la del remedio milagrero a nuestros males; pero hay que persistir en las creencias, ideales y objetivos, porque así contribuiremos a hacer una sociedad más justa. (El fin siempre será justa , no más... ).

Uno de los ejes fundamentales en el desarrollo de la sociedad democrática es la pluralidad e independencia de los medios de comunicación, en especial públicos. Nunca hasta el momento habían tenido tanta importancia. También los privados, pero éstos pueden responder a estrategias coyunturales de mercado y si bien hay que pedirles honradez al sistema que afecta a todos, pueden considerar válidos la defensa de determinados grupos de presión, económicos y políticos, que entrarían en el juego de la pluralidad y diversidad de la sociedad cambiante.

Los medios públicos deben buscar la máxima objetividad y neutralidad. Están pagados por todo el conjunto de la sociedad, que es varia y disforme. De ahí que sea uno de los retos del nuevo Gobierno socialista en aras de la siempre cacareada y buscada regeneración democrática. Otro fin, entre otros varios, por supuesto, es el que pasa por la dinamización del Parlamento, como máximo representante de la voluntad popular.

Nadie se cae de un guindo a estas alturas y ya suenan mofas sobre la buena voluntad e inefabilidad mostrada por el actual presidente del Gobierno. Las vulpes camufladas y otros coros preclaros entonan sus cánticos: "Es una ingenuidad y un error porque supone una clara ventaja al contrincante"; "Ellos no lo hicieron. Ellos no lo harán si vuelven a subir al poder"; "Hay que aprovechar la ocasión e imponer nuestras tesis".

Siempre habrá que analizar los resultados para medir la eficacia, pero no pueden despreciarse las buenas intenciones iniciales. Tiempo habrá para que el camino se llene de jirones. Mientras...

Habrá que pretender el beneficio para el conjunto de la sociedad, aunque no lo advierta una parte de ella. Y los medios de comunicación serán lo que queramos entre todos, si ponemos una parte mínima de voluntad como sujetos activos y no pasivos, aborregados e indemnes ante las fluctuaciones (que no son tales, al menos en el aspecto direccional) del mercado. Nunca se podría dar una situación mejor para establecer una especie de etéreo pacto entre el Ejecutivo y los ciudadanos en aras a lograr una mejora en la comunicación. Y no hablo de utopías. Sencillamente, una mejora en las reglas del juego, en las exigencias de los consumidores. Y quien marca la pauta es el medio público por excelencia, la televisión estatal. Los reflujos se notarían en un tiempo prudencial.

La teoría ha sido expuesta en numerosas ocasiones y el comité de expertos que se ha constituido dará sus conclusiones antes de nueve meses, un parto anunciado que no deparará muchas sorpresas y que no eliminará las dificultades. Porque es de sentido común proclamar el valor de la inicial independencia y objetividad informativa. A todos nos consta que el ideal existe pero pasa por el ser humano, imperfecto y sujeto a presiones particulares, ambientales, educacionales, emotivas, circunstanciales, etcétera. Sin embargo, existen reglas aparentes de obligado cumplimiento que garantizarían una información lo más veraz posible, aunque en determinados casos perjudicase al Ejecutivo de turno, en este caso el socialista, pero que a la postre le beneficiaría porque lograría el crédito suficiente para que cuando informase fuese creíble por los agentes receptores, los que poblamos este país.

Solamente hay que pedir paciencia para edificar, para convencer, para educar, para ejercer una influencia decisiva en el resto de los medios privados, para demostrar que la pedagogía es rentable y solamente hay que tener confianza. Si hay que soñar, soñemos. Por muchos sacrificios que cueste, hay que acometer la reforma necesaria para la división de poderes. Al igual que se le exige (o debería exigir) al fiscal general, dentro de unos años agradeceremos y nos agradecerán que los medios públicos (TVE) sean independientes, al margen de coyunturales errores o aciertos.

En Extremadura, mientras, seguimos esperando el parto de nuestra televisión, que deberá nacer con la sabiduría de no incurrir en errores ajenos.

*Periodista