TRtesulta conmovedor ver a Blair asistiendo a una clase de español en un colegio londinense, y conmueve aún más escuchar sus intenciones sobre la enseñanza de nuestro idioma. Pero entre conmoción y conmoción no olvidemos que en Inglaterra hay una larga tradición de exportación y explotación de una materia prima como es su lengua. Los ingleses tienen en su idioma la primera fuente de ingresos y una industria que genera cada año millones de libras.

A mí el inglés no me conmueve mucho. A mí lo que me conmueve es comprobar que no sé leer a Shakespeare en versión original (como tampoco sé leer a Voltaire o Dante ) y cómo algunos chicos españoles que leen a Shakespeare o reciben clases de ciencias naturales en inglés, son incapaces de describir en español una tormenta o un paisaje con castillo al fondo.

El 2005 es el año de Cervantes y, por tanto, año de la lengua española. No sé qué festejos se están preparando (aparte de las siete mil versiones del Quijote que están a punto de estrenarse), pero me temo que ninguno de ellos pueda llegar a tener el impacto que tiene cualquiera de los cursos de inglés que se dan en Irlanda o Inglaterra cada verano y a los que se apuntan miles de españoles.

Los tiempos de las redacciones y dictados (la mayor parte de las veces cansinas y monótonos) dieron paso a los del laboratorio de idiomas, al profesor nativo y a los intercambios con otros países. Nada que objetar, al contrario, porque somos mucho más que "jacha, jigo y jiguera". Pero se echa en falta un poco más de cariño a esta lengua que entonces cuando Shakespeare escribía las maravillas que ahora leemos en versión original, al mismo Shakespeare asombraba y causaba admiración.

*Dramaturgo