Los inmigrantes más emprendedores, y en especial los que llevan más tiempo afincados en España, forman ya parte del colectivo de trabajadores por cuenta propia en una cifra significativa: según datos oficiales, los extranjeros que cotizan en el régimen especial de los autónomos en España son 241.000. Su actividad está ligada, mayoritariamente, al comercio y los servicios a familias. Desde ayer tenemos un retrato más preciso de este colectivo gracias a un estudio que han hecho investigadores de las universidades de Salamanca y Autónoma de Barcelona por encargo de la Fundación de La Caixa. Las conclusiones confirman lo que hasta ahora eran solo percepciones generales y, de paso, desmienten buena parte de los tópicos negativos que se han creado ante este nuevo fenómeno económico. En el perfil de los nuevos autónomos destaca que hay más mujeres que hombres --porque tienen más dificultad para ser asalariadas-- de edad superior a la media del total de inmigrantes, porque llevan más tiempo en España, y con orígenes asiáticos, mayoritariamente China y Pakistán. Se dedican al comercio textil, de electrónica, restauración, bazares y alimentación.

La aportación más atractiva del estudio es el desmentido de que estos nuevos comercios han proliferado en perjuicio de los empresarios locales. Pretender, por tanto, que la aportación de este colectivo a la actividad comercial ha sido negativa es falso. Igual que en otros puestos de trabajo, los inmigrantes que se establecen por su cuenta están asumiendo también lo que los autóctonos ya no quieren hacer, como sucede con la ampliación de horarios de apertura de su local. Y además crean nuevos servicios y empleo. Mientras cumplan con las ordenanzas, no hay nada que objetar.