Siempre he creído que José Luis Rodríguez Zapatero era un hombre de consignas: valora más el márketing que la estrategia, la publicidad que las políticas sostenidas. Tiene algo de instantáneo, como si le costara trabajo esperar a que el café se termine de colar con el rito lento del fuego, y prefiriera derramar el contenido de un sobre en agua hirviendo. La crisis del Gobierno ha venido sucedida de una actividad aparentemente trepidante. Podríamos decir que de frenesí, en su primera acepción en el diccionario: "Delirio furioso". Los servicios de prensa del Gobierno difunden fotos de reuniones en un puzzle cruzado de juego de tres en raya. Los nuevos ministros se han reunido entre sí y con los vicepresidentes, y estos con Zapatero. Todos se han hecho instantáneas generosamente distribuidas para dar idea de que la actividad ha sido sin descanso, mientras el resto de los españoles se relajaban en la Semana Santa. La imagen se ha establecido para combatir la idea de parálisis. Pero el movimiento, para que tenga sentido, debe tener una velocidad y un destino. Demasiado rápido produce infracciones y peligro de no acertar en el trazado de la ruta; demasiado lento, desespera. Y si el rumbo no es el acertado, lo único que se consigue es alejarse de los objetivos, que en nuestro caso no pueden ser más claros: frenar la crisis y promover la recuperación. No hay duda del peso político de este Gobierno. La gran diferencia es que el partido ha hecho ósmosis con la esclerosis del anterior Ejecutivo: hay veteranía, experiencia, ilusión y retos. Pero tal vez habría que aconsejar serenar el juego, conservar el balón hasta observar un hueco que conduzca a una cierta garantía de gol. Si no, los ciudadanos pueden pensar que se corre sin saber adónde se va. Los politólogos sustituyen los proyectos de los políticos. Ahora, la prioridad para el Gobierno son las elecciones europeas del 7 de junio: evitar el descalabro. Tal vez ese objetivo se pueda alcanzar con muchas fotos. Pero lo que España necesita es talento, constancia y proyectos continuados. Si luego queda tiempo, siempre se pueden hacer instantáneas.