Leo con indignación en El Mundo del pasado martes, un artículo en el cual se aparta de los juegos paralímpicos de Pekín a los discapacitados psíquicos, la decisión viene como consecuencia del escándalo del equipo español de baloncesto en los pasados paralímpicos de Sydney 2000 en el que se descubrió que nueve personas del equipo de baloncesto que había ganado la medalla de oro no eran realmente discapacitados psíquicos.

A mi, este escándalo me resulta familiar. Los mismos zafios interesados en las ganancias económicas por encima de la verdadera integración. Aquí, no consiste en despedir a un discapacitado mirando más por la firma de futuros convenios económicos que por ayudar al discapacitado a progresar en su integración.

En este caso, prescinden de los discapacitados, que son los verdaderos protagonistas de dichas olimpiadas, y en su lugar llenan las fichas de los equipos participantes con personas que pasan por ser discapacitados, pero asegurándose con esta trampa éxitos deportivos y, por consiguiente, premios en metálico de la federación que llenarán las arcas de estos necios directivos.

Y en el camino, quedan truncadas las ilusiones, los cuatro años de preparación y sacrificio de estas personas de manera injusta. Ahora alegan que es difícil el poder alegar las deficiencias debido a la tipificación que utiliza cada estado.

¡Por Dios Bendito! Vamos a dejarnos de justificaciones pueriles, y de permitir a estos individuos que se beneficien del trabajo y entrega de estas personas, luchando todos juntos de una puñetera vez, por la integración sociolaboral de estas personas.

José María Tovar Díez **

Cáceres