Hace ya más de una década, se rebajaron los tipos de interés para reactivar la economía. Fueron aquellos polvos los que han dejado estos lodos. Los grandes productores de bienes y servicios, los mandamases (las tres familias más ricas del mundo poseían en el 2002 tanto como los 48 países en desarrollo más pobres), han logrado sus fortunas a base de aplicar la ingeniosa fórmula de que robar un euro a un millón de individuos es mucho menos arriesgado, aunque igualmente productivo, que robar un millón de euros a un solo individuo. Así, con la creación de un tipo de interés artificialmente bajo, se inició el sistema de robo institucionalizado a las grandes masas de consumidores. Al ser barato el endeudamiento la demanda de pisos se disparó, y sus precios subieron como la espuma. La sensación de riqueza de sus dueños se hinchó: alguien que vivía sobre 100 millones de pesetas (600.000 euros) tenía que conducir un gran coche. Había que tener acciones de las principales empresas del país. Resultaron así beneficiarias las entidades financieras, pero su beneficio era reducido comparado con el de las grandes compañías productoras de bienes imperecederos. Ahora, los vientos de la lógica han hecho caer el globo del alza desmesurada de los precios inmobiliarios y la caída de éstos ha dejado al descubierto el robo cometido: aquellos que hayan comprado un inmueble en los últimos cinco años han sufrido una merma en su patrimonio de al menos el 30% de su valor. ¿Quiénes se han llevado el dinero? Los de siempre. Mientras el sistema capitalista rija nuestros destinos, nuestros bolsillos serán esquilmados periódicamente.

Ramón Doria Bajo **

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