Más que la intervención de Caja Castilla La Mancha por parte del Banco de España, lo preocupante es que no se trate de un hecho aislado, sino del desencadenante de un proceso de descomposición, cuyas consecuencias para el sistema financiero español pudieran resultar irreparables; también por la repercusión negativa que estos hechos tienen para el prestigio y la catalogación de nuestro país en el contexto internacional. De ahí el empeño que las autoridades han puesto en buscar la solución menos traumática, apelando a la absorción por parte de un socio de referencia encargado de solventar los problemas de liquidez sobrevenidos.

Ahora las miradas se centran en encontrar a los culpables sobre los que descargar todas las iras, pero los máximos responsables se atrincherarán una vez más tras la nebulosa de las palabras, tras una muralla inexpugnable y exculpatoria que les exonere de todos sus errores, aunque la justicia no tiene más que seguir ese reguero de recursos inútiles que han ido dejando por el camino para encontrar el hilo conductor de toda esta trama.

XMAS QUE DEx irregularidades contables o de malversaciones de fondos, de lo que aquí se trata es de un exceso de errores y de riesgos que, cuando se dan por separados, son inofensivos y fáciles de poder asumir, pero que cuando van juntos, forman una maraña que puede socavar las raíces de cualquier institución. Porque una entidad pública no debería nunca asumir cierto tipo de riesgos, como esa falta de diversificación que se produce cuando se concentran todas las inversiones en un único sector, lo que provoca que cuando éste falla, desaparezcan todos los asideros donde poder agarrarse. Tampoco es recomendable que un importante porcentaje del crédito que se concede a los clientes vaya destinado exclusivamente a un determinado tipo de inversión como es la inmobiliaria, ya que cuando el ciclo económico cambia, el incremento de la morosidad puede resultar inasumible. Dada la influencia que la política tiene sobre los consejos de administración de las cajas, algunas se ven obligadas a tener que asumir proyectos inviables desde el punto de vista financiero, algo que excede lo que es considerado como obra social. También es una gestión imprudente aquella que concentra un número considerable de inversiones en proyectos a largo plazo, puesto que requieren un prolongado endeudamiento y disponer de muchos recursos inmovilizados durante un largo periodo de tiempo, exponiéndose a tener que soportar una falta total de liquidez cuando se producen circunstancias inesperadas o adversas.

Cuando las sospechas empiezan a apoderarse del nombre de una caja, los rumores terminan adquiriendo la consideración de certezas. El clima de incertidumbre vivido tras el derrumbe de alguna de las más significativas entidades financieras internacionales ha sido algo que tampoco ayudó, porque el dinero es un animal asustadizo que ante la más leve sospecha, corre temeroso en busca de un lugar seguro donde poder guarecerse. Han sido varios miles de millones de euros los que se han retirado de CCM durante los últimos meses, movidos por la sinrazón de unos bulos y unos comentarios, la mayoría de las veces infundados. Tampoco el endeudamiento excesivo en base a recursos crediticios provenientes del exterior tienen un efecto positivo, ya que obliga a las entidades a tener que deshacerse de activos cuando vence el periodo de amortización, debiendo venderlos aunque sea a un bajo precio, todo ello para poder hacer frente a la deuda contraída.

En épocas de bonanza es difícil mantener la cabeza fría y en su sitio, y saber administrar convenientemente los riesgos sin dejarse llevar por la tentación de un enriquecimiento fácil y rápido. Algunas entidades han adoptado una política excesivamente expansiva para la capacidad con la que cuentan, dedicándose a llenar de sucursales toda la geografía española, lo que no sólo incrementa los costes por implantación, sino también los provenientes de una estrategia muy agresiva utilizada para la captación de nuevos clientes, en base a tener que ofrecer unas condiciones muy favorables, por encima de las establecidas por el mercado, con la consiguiente reducción del margen diferencial de beneficios.

El agravamiento de la crisis hace que aumenten los impagos y la morosidad, y que lo que comenzaron siendo posiciones de riesgo, traspasen pronto esta barrera, para convertirse en un fracaso consumado y total, porque en economía existe la máxima de que si algo malo puede ocurrir, casi que con toda seguridad termina ocurriendo.

Cualquier estrategia para arreglar este desaguisado, pasa por el saneamiento de las entidades dañadas, y porque estas compañías se sometan a las reglas del mercado y a una nueva y más estricta ley de cajas, elaborada a partir de un cambio en las estructuras organizativas, que impida el alto grado de politización a la que están sometidos los órganos de gobierno de estas entidades, configurando organigramas formados por profesionales independientes, ajenos a cualquier tipo de afiliación. Deberá producirse una reordenación del sector que haga que aquellas entidades poco competitivas sean absorbidas por las que han sabido sobreponerse a las actuales turbulencias, ya que serán las únicas capaces de afrontar los retos del futuro con total garantía, adquiriendo esa transversalidad interregional de la que ahora adolece la mayoría.