La próxima llegada de una fuerza internacional de interposición a Liberia ha levantado esperanzas de acabar con la sangría de la guerra civil. El principal grupo de la guerrilla empezó a observar ayer una tregua y el presidente Charles Taylor hace tiempo que aceptó su salida del país si se desplegaba un contingente multinacional estable. Los contendientes sólo se han planteado seriamente un alto fuego cuando EEUU ha acercado a las costas africanas a un millar de marines y Nigeria ha anunciado el envío de tropas.

EEUU no se lavará las manos ante una tragedia humana como ha hecho en el pasado. El peso de la intervención irá a cargo de los destacamentos nigerianos, bajo mando de la ONU, con experiencia y que inspiran respeto en la región. Y los países vecinos prestarán su apoyo logístico. Liberia puede ser un avispero que engulla estos esfuerzos, pero no cabe esperar más cuando miles de civiles inocentes están pagando la locura de Taylor y de los rebeldes. Si esta vez la intervención de EEUU llega bajo las premisas del consenso, ojalá no sea la última. Bush puede hallar en Africa muchos más motivos para ejercitar su nuevo interés por la injerencia humanitaria.