Nuestras ciudades están inundadas de anuncios. No existe espacio público que no esté lleno de carteles. Ya no son las tapias, las paredes de obra, los muros de casas abandonadas, sino los semáforos, las farolas, los troncos de los árboles, el recipiente de las papeleras...Este periódico se ocupó ayer del problema que existe en Cáceres, pero nada hubiera dificultado haber abierto el foco y mostrar que en el resto de ciudades de Extremadura las cosas no son distintas.

Ocurre que Cáceres tiene alguna particularidad: hace dos años su ayuntamiento aprobó, no sin polémica ciudadana, una ordenanza que trataba de regular la acumulación de pasquines en la calle y que, además, aspira a ser Capital Cultural Europea en el 2016, una circunstancia que le obliga, con ordenanza o sin ordenanza, a esforzarse por mantener la calle lo más limpia posible.

Evidentemente, no es este el mayor problema que tiene Cáceres, y que si hubiera brotes de vandalismo serían más graves, como afirma el concejal Jurado, pero el que no haya brotes de vandalismo no se debe a que los espacios públicos estén inundados de reclamos.