Normalmente, me disgustan esos artículos que tiran de definiciones en prestigiosos diccionarios como corolario de sus pretensiones. No diría que los detesto... pero ya lo he dicho. Tienen un ligero aroma a pereza, y parece que asumieran que los demás somos ignorantes en el buen uso del diccionario de la RAE. Y lejos está, que somos de uso diario. A todo esto: ¿les pongo un ejemplo? La palabra "Inversión" posee dos acepciones en el ahora criticado diccionario de la Academia. 1. Cambiar la posición, el orden o el sentido de las cosas. 2. Emplear, gastar, colocar un caudal. Pues ahora vamos a hablar de ambos sentidos de la palabra dentro de un ámbito extremeño. ¿Contradictorio, me dicen? Bah, mejor contradecirse que petrificarse, que decía el poeta.

El Plan de Industrialización de Extremadura 2014-2020 anunciado por el Gobierno regional en junio parece haberse hecho ya palabra. ¿Cuál es la ambiciosa pretensión del Plan? Invertir (en) Extremadura. En un doble sentido, como los significados de la palabra: destinar recursos financieros a Extremadura, públicos y privados, con la intención de atraer nueva inversión, por un lado; y "girar" la situación actual de la empresa en la región, transformando una realidad económica que se antoja complicada, por otro. Sinceramente, ninguno de los dos objetivos lucen sencillos de alcanzar.

Echo de menos un punto de partida que debiera ser meridiano: trazar un diagnóstico del perfil de la empresa extremeña. Nuestras compañías se sitúan mayoritariamente en los sectores productivos llamados básicos (agricultura, turismo, servicios), lo que es positivo por su carácter acíclico y de ese modo sobreviven al grave problema de demanda que arrastra el país. También se ha hecho ya la criba de empresas relacionadas, directa o indirectamente, con el ladrillo, que tenía un peso excesivo en la economía regional. Pero, en cambio, como aspectos más negativos nos encontramos con una generalidad de empresas sin tamaño suficiente (es alarmante el escaso número de empresas con alto volumen de facturación y recursos y, en cambio, la infinidad de micropymes y autónomos que tenemos) y a menudo dependientes en exceso del sector público. Eso convierte a nuestras empresas en frágiles, rígidas y poco pertrechadas ante fenómenos habituales (caída de la demanda, entorno de dificultad de acceso al crédito), que dificultan su solvencia y supervivencia a largo plazo.

El problema agregado de la industria extremeña es triple: demanda, financiación y fiscalidad. A mi entender, son esos y no otros los puntos en los que debería focalizarse cualquier planificación en Extremadura. Y sobre estos tres problemas --irresueltos-- va a gravitar la consecución de los dos objetivos del Plan. Solventar una débil demanda interna no es sencillo en una región donde lo que prima es el trabajo público y con una media de retribución baja. Cualquier empresa que vaya a establecerse aquí medirá que la demanda en Extremadura escasea de posibilidades de crecimiento. Para afrontar esto habrá que mirar en lo que se puede producir aquí y es fácilmente exportable: de una vez por todas crear una política energética que nos convierta en una pequeña "potencia" a nivel nacional. Capacidad hay, y demanda para ello existe.

XLA FINANCIACIONx sigue siendo un caballo de batalla en Extremadura. Por eso, se prevé la captación de una inversión privada de más de 900 millones de euros en proyectos industriales estratégicos. No será sencillo. Me parece un acierto girar la tradicional fuente bancaria y acudir a captar a mercados distintos. Pero no veo nada de eso ni en la planificación ni en la actitud del gobierno (el programa "Invest in Extremadura" está muy bien... pero ni puede venderse desde Mérida. Falta presencia en los foros adecuados).

En cuanto a la fiscalidad, bueno, es un "dulce". Ninguna empresa decidirá invertir aquí por la exención en impuestos, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de la rebaja fiscal se basa en tasas, pero será un punto a favor. Lejos de mí criticar cualquier iniciativa de este corte.

El consenso con el que se ha fraguado el plan podía confortarnos ante la idea de estar frente al típico panfleto utópico, y parece que por fin se coge el toro por los cuernos de la necesidad de potenciar la actividad empresarial como medio de crecimiento (y empleo). Pero hay dos clamorosas ausencias. Primero, el plan carece de una ambición que ningún gobierno regional se ha atrevido a traspasar, priorizar el sector privado sobre el público. Y segundo, ¿cómo ayudamos a las (heroicas) empresas que ya están actualmente funcionando? De ellas sí que conviene no olvidarse.