Abogada

Quisiera aprovechar que he ido a visitar y a conocer, in situ, un programa de cooperación en el Amazonas brasileño, y relatar una serie de crónicas que quieren ser, sobre todo, un homenaje a los hombres y mujeres que se rebelan contra su funesta situación. Me encuentro cerca del río Purús, ubicado en una especie de enclave maldito por enfermedades como el georje lobo, la hepatitis negra, el puru puru, entre otras, que campean a su aire. Y en medio de todo una médica extremeña --Tony López-- que lidera un grupo de personas, a los que ha capacitado como agentes de salud. Cuando los observo trabajar, haciendo remedios naturales, planificando su trabajo en la denominada palestra de manhï, utilizando el fonendoscopio, no puedo por menos que decir: bravo.

Para esta médico, que lleva más de 11 años en este trabajo de la curación sin preguntar nacionalidad o religión, ésta es la mejor inversión, la de formar a las gentes, la de creer firmemente en la capacidad de actuación de estos pueblos ribereños. Mucho dinero se ha ido a grandes programas de cooperación, pero, ¿y a la formación de su población?, de los receptores, en definitiva, de estos programas. Objetivo prioritario para Ipiranga. Los datos parecen claros cuando esta médico llegó a esa zona del río Purús. La realidad era una doctora extranjera en medio de una población indígena de alrededor de ciento cincuenta mil personas. Una década después tenemos a una médico y 60 agentes de salud para atender a esta población. Este es el verdadero cambio. Quizá sea más fácil mostrar el edificio de un hospital --con placa de benefactores incluida-- que dar formación callada durante diez años a gentes cuya educación nunca fue reglada.