En su encuentro de las Azores, Bush, Blair y Aznar hablaban con entusiasmo de lo bonito que sería ver al pueblo iraquí con banderitas de los países que habían ido a liberarles de Sadam, cuando empezara la guerra que estaba decidida ya. En su imaginación, veían a la población abrazando a los soldados de la coalición. El señor Aznar debía lamentar que sus tropas no pudieran participar de entrada en el festejo.

Los gobernantes acostumbran a equivocarse. Pero pocas veces lo hacen de una manera tan garrafal. A los soldados no se les ha acogido con banderitas, sino con balas de Kalashnikov, y el 80% de la población no se fía un pelo de las fuerzas de ocupación. No es un estudio de estar por casa. Lo avala el departamento de Sociología de la Universidad de Oxford. Los mismos que celebraron la caída de Sadam quieren ahora que se vayan los extranjeros. No son liberadores. Si así se les consideró en los primeros días, ahora son ocupantes, con todo lo que esto significa: "Go home".El señor

AznarNapoleónguerrilla, Aznar