WCw uando el primer ministro iraquí en funciones, Nuri al Maliki, dice que a partir de ahora, tras la retirada de las tropas de combate estadounidenses, su país es soberano e independiente, parece confundir los deseos con la realidad. Porque por mucho que pretenda evitar la evidencia Irak es hoy un país que vive bajo una doble tutela. La permanencia de 50.000 soldados, confirmada por el presidente Obama en su solemne y sobrio discurso desde el remozado Despacho Oval de la Casa Blanca, lo indica, y lo demuestran también los denodados y persistentes -y de momento infructuosos- esfuerzos del vicepresidente Joe Biden en Bagdad para alcanzar un acuerdo entre los partidos que permita la formación de un Gobierno casi siete meses después de las elecciones -eso sí, democráticas- y tres desde que expiró el plazo que prevé la Constitución.

La otra tutela es la ejercida por el vecino Irán y es la que a largo plazo puede resultar más decisiva, no solo para Irak, sino para la estabilidad de toda la zona, en la que Israel, alarmado por el programa nuclear del país de los ayatolás, a duras penas se contiene para detenerlo por las bravas. Hoy en Irak nada se mueve sin pasar por el tamiz de la teocracia imperante en Irán.

En la ilegal y desgraciada aventura iraquí, EEUU fue capaz de derrocar al dictador Sadam Husein, pero, pese a lo que se diga, en su lugar no ha podido construir un país estable. Ha perdido hombres, dinero, y prestigio, "un precio muy elevado", dijo Obama en su discurso, aunque más elevado ha sido el que han pagado los iraquís, que, además de las muchas más víctimas mortales lo han perdido casi todo, incluidas la soberanía y la independencia reales.

En cumplimiento de una promesa electoral, ahora Obama ha decidido, como afirmó en su discurso, "pasar página" para concentrarse en dos prioridades acuciantes para su país: la situación de la economía y Afganistán. Pese a unas previsiones excesivamente optimistas, no hay señales de que se acelere la lenta recuperación económica. Y por lo que respecta a Afganistán tampoco hay indicios de que la guerra contra Al Qaeda y los talibanes, basada ahora en la contrainsurgencia, sea fácil de ganar. Todo lo contrario. Irak, Afganistán y la situación económica han demostrado que el poder de EEUU, mal utilizado, es limitado. Obama tiene que lidiar ahora con las consecuencias de los errores de la Administración Bush.