Nunca sabremos en qué grado la ocultación del Gobierno chino de la epidemia de la extraña neumonía que surgió en su territorio hace cinco meses ha propiciado un incremento de muertes e infecciones. Pero responsabilidad tiene. El Ministerio de Sanidad había omitido o negado la existencia de este brote infeccioso hasta ayer mismo, tras dos semanas de presiones de la OMS, que acabó desaconsejando viajar a China. Sí acertó el ministro chino de Sanidad al decir cínicamente que el problema está ahora en Occidente. Otros 21 países contabilizan infectados o muertos.

La OMS ha llegado al fin a Guandong, foco del brote, y los tres principales centros de investigación del mundo se apresuran a analizar las muestras biológicas de las víctimas, sin que ninguno de ellos pueda certificar las hipótesis que se manejan. El centro de enfermedades infecciosas de Atlanta (EEUU) ha alertado de que en el mejor de los casos --que sea un virus respiratorio-- se tardará meses en diseñar una vacuna. Aunque el índice de mortalidad de esta neumonía no es superior al de otras, sí lo es el nivel de contagio. A falta de mayores certidumbres será prudente extremar precauciones y calibrar los viajes a las zonas de riesgo.