TLta niña es graciosa y espabilada. Ha ganado un festival de la canción para niños y su tema es pegadizo, simpático y algo racial. Pero ya está. Ella, una niña, tiene más que suficiente con haber conseguido el premio, haber salido en televisión, y tener la certeza de que llegará a algo en el mundo de la canción ligera cuando crezca. Pero ya está. Es una niña y ahora, como todos los niños y niñas, tiene que seguir construyendo su mundo con sus estudios, sus juegos, sus amigos y su familia.

Isabelita no es una vaca ni una gallina ponedora de euros. Por esa razón y, sobre todo, por las mil razones que existen para defender a la infancia, nadie tiene derecho a meterla en un fanal, aislarla de su mundo, hacer que grabe temas y temas sin ninguna razón de ser (salvo el que le dio el triunfo en el festival) y convertirla en un monstruo mediático, publicitario y artificial. Me temo que aquí como en otras ocasiones, se llega tarde. Isabelita está en todas las cadenas televisivas (sobre todo en TVE que, paradójicamente, capitanea una campaña de protección televisiva de la infancia) y viaja de aquí para allá firmando discos en centros comerciales que van a hacer estas navidades su agosto discográfico con ella. (¿Cómo es posible que tenga ya un repertorio?). Isabelita asiste aturdida a demostraciones de chicos y chicas que unidos por la histeria se acercan a ella con gestos de fans exagerados y hacen que su mirada nos muestre la forma más infantil del espanto.

Isabelita es un niña que no deberá parecerse jamás a esos monstruos que arrastran por ahí sus niñeces truncadas como pequeños ruiseñores o rayos de luz de las que abominan irremediablemente.

*Dramaturgo y director del Consorcio López de Ayala