A Ismael Díaz Galán (Avilés, 2 de octubre de 1965) le puede deparar el año un éxito sin precedentes si culmina las expectativas que está creando y que algunos, aún, creen que suenan a sueño.

El técnico del Cacereño se está granjeando la admiración del fútbol nacional no sólo por los inesperados resultados de su equipo, sino por la fama que se está ganando con su inusual filosofía del fútbol. Para él, riesgo es una de las palabras claves de su diccionario. Sus cambios --casi suicidas-- y su ambición --que sobrepasa la mesura-- identifican su trayectoria de esta temporada. Curiosamente, iba a iniciar la campaña en el Jaén, del mismo grupo que el Cacereño, pero antes del primer partido de liga fue despedido. Su adiós prematuro le desanimó al punto de que, incluso, pensó dedicarse a otra cosa. Pero le llegó la oferta del Cacereño y, dado que lo suyo es pensar en el balón, no lo dudó y dejó a su familia en Málaga.

Con un currículum interesante que incluye un ascenso con el Málaga a Segunda hace cinco años y un año de experiencia en la liga portuguesa (Farense), tiene a gala ser amigo de Jorge Valdano y Paco González, ambos factotums futbolísticos. Lógico: a los tres les gusta el ataque por encima de cualquier otra cuestión futbolera. Con esos padrinos y, sobre todo, esa idea, el triunfo llegará, antes temprano que tarde, para un tipo distinto, un técnico de primera.