WEwl asalto a la prisión de Jericó por las tropas israelís, en la zona bajo teórico control palestino, y el secuestro de unos presos, revela la determinación de exhibir fuerza del primer ministro, Ehud Olmert --a dos semanas de las elecciones legislativas--, y la importancia que concede a continuar la estrategia de represalias contra los terroristas. Tras el triunfo de Hamás, Olmert ha querido despejar ante el electorado cualquier duda sobre si está dispuesto a proseguir con el todo vale. Incluso ante el simple rumor de que el cerebro del asesinato de un ministro israelí iba a ser puesto en libertad próximamente por el presidente palestino Abú Mazen .

El hecho de que los norteamericanos y británicos que debían custodiar la cárcel la hubiesen abandonado antes de los hechos es una nueva prueba de la connivencia de Washington y Londres con esta política de mano dura. Los secuestros consiguientes de occidentales en represalia palestina por este asalto demuestran que la espiral violenta vuelve a expandirse, de modo que la posible paz negociada se aleja. Humillando así a los palestinos, Israel favorece la estrategia extremista de Hamás y de los grupos radicales que se oponen a cualquier transacción.