El extremeño que suele viajar lo sabe: si no tiene coche cada trayecto se convierte en una odisea, dentro y fuera de la región. A pesar de estar situada entre Madrid, Sevilla y Portugal, más que ser una zona de paso y referencia, Extremadura se sitúa en una especie de triángulo de las Bermudas del transporte, en una tierra de nadie en la que el paso del tren es deficiente y testimonial, los trayectos en autobús se hacen eternos por la lógica parada de estos en cada localidad (que son muchas) y la tercera alternativa de viajar en avión es un lujo insuficiente e inalcanzable para muchos bolsillos.

La manifestación del próximo día 22 en Badajoz, que exigirá una mejora en las comunicaciones por ferrocarril, es loable y su intención primordial totalmente digna de aplauso pero quizás no pueda evitar arrastrar para muchos esa sensación de deja-vù, de intentos e historia que se nos repiten una y otra vez para acabar con el mismo resultado: el olvido.

Son demasiadas décadas esperando un tren digno. Fue en 2003 cuando los entonces jefes de Gobierno de España y Portugal, José María Aznar y José Manuel Durão Barroso, aseguraron que el AVE estaría circulando por Extremadura en 2010, en su trayecto de Madrid a Lisboa. Llegaba la hora. Por fin uno de los símbolos del progreso en el país sería también nuestro. Pero no. Al igual que Odiseo se quedó a las puertas de alcanzar Ítaca, castigado por Poseidón, la crisis económica mantiene a la región en ese «quiero y no puedo» que se nos está haciendo bastante más largo que el poema de Homero.

Extremadura a día de hoy, año 2016, es la única comunidad autónoma que sigue sin tener ni un kilómetro de electrificación ferroviaria y eso no sólo convierte en una pesadilla cada trayecto de sus oriundos, sino que también la aleja de los foráneos, de ser visitada por esos turistas que llegan a Madrid o a Sevilla y que seguramente estarían encantados de pasar por aquí si tan solo fuera un poquito más fácil.

Por eso y por otras muchas razones, vale la pena luchar y hacer todo lo posible para conseguir un tren decente que conecte a esta tierra con el resto del mundo. Hoy, mañana y hasta que las autoridades correspondientes cumplan.

Al fin y al cabo, más vale tarde que nunca. Y tras muchas penalidades, lo cierto es que Odiseo consiguió llegar a Ítaca.