WLw a cumbre celebrada ayer en Girona por una delegación francesa, encabezada por el presidente Jacques Chirac, y otra española, dirigida por José Luis Rodríguez Zapatero, sirvió para certificar la plena sintonía de ambos países en la vertiente internacional (Oriente Próximo), en materia de seguridad (la pacificación de Euskadi) y en la gestión de los asuntos que atañen a la vida cotidiana (el trazado de una línea de muy alta tensión que conecte las redes eléctricas de ambos países). Francia se ha sumado a la iniciativa española de patrocinar una propuesta europea para detener la escalada en el conflicto palestino-israelí. En puridad, hay que hablar de una iniciativa española con voluntad mediterránea --Italia también la apoyará--, que aspira a arrastrar a la diplomacia de la UE a pesar de que el Gobierno israelí se opone a la operación.

En plena revisión de la línea argumental de la diplomacia de la Administración de Bush, después del resultado de las elecciones legislativas del pasado día 1, Europa tiene más posibilidades de influir en el desarrollo de los acontecimientos.

Han pasado a la historia los días en que el apoyo de la UE al Gobierno palestino era poco menos que incondicional. Y al mismo tiempo, el desenlace de la guerra del Líbano ha degradado la imagen del Ejecutivo israelí en la misma medida en que ha ido en aumento la necesidad de abordar la catástrofe de Oriente Próximo con ideas nuevas.

Por otro lado, el "apoyo sin reservas" de Francia al enfoque que Zapatero ha dado al problema vasco es una buena noticia, habida cuenta de que el vecino país sigue siendo en buena parte el hogar de acogida de ETA. En momentos de inquietud por la suerte que puede correr el proceso de pacificación de Euskadi --rebrote de la kale borroka, huelga de hambre de José Ignacio de Juana, rigor judicial, radicalización del discurso de la izquierda aberzale, robo en Francia de 350 pistolas--, resulta especialmente importante la complicidad de Chirac con las autoridades españolas.

Por eso resulta del todo sorprendente, por no decir inquietante, que el PP, por mediación de Angel Acebes, ponga bajo sospecha el desarrollo de la reunión de Girona por el simple hecho de que no han participado en ella los ministros del Interior español y francés. Es impropio de un político de altura dudar de la preocupación que ETA suscita a ambos lados de la frontera porque Pérez Rubalcaba y Sarkozy estuvieron ausentes de las conversaciones.

Acaso la petición que dirigirán los gobiernos de España y Francia a la Comisión Europea para que nombre un experto que emita antes del verano un dictamen sobre el trazado más óptimo de la línea de Muy Alta Tensión (MAT), que debe interconectar las redes eléctricas de ambos países, resume mejor y de forma más concreta el entendimiento de ambos ejecutivos. Por la importancia que tiene para la seguridad energética y porque al otorgar al dictamen un carácter vinculante, traduce hasta qué punto los estados han dejado de ser actores exclusivos de las decisiones de mayor envergadura.