Bajo la presidencia del peor líder de la historia reciente de EEUU, la sociedad está rompiendo la atonía de las últimas décadas. Primero fueron las mujeres. Ahora son los jóvenes, en realidad adolescentes, organizados en torno a un lema que a tan temprana edad estremece: ‘Marcha por nuestras vidas’. Que unos muchachos que deberían estar disfrutando de la despreocupación propia de su edad tengan que organizarse para hacer frente a la facilidad con la que sus compañeros de clase son asesinados por armas de fuego dice muy poco de un país.

Ha sido una vigorosa reacción de los estudiantes del instituto de Parkland, donde el miércoles pasado, día de San Valentín, fueron asesinados 14 adolescentes y tres adultos por un exalumno armado con un fusil de asalto. En medio del dolor de los funerales, estudiantes supervivientes y sus padres se han organizado con el propósito de no dejar pasar la oportunidad de presionar a la clase política para embridar el potro salvaje del mercado de las armas.

El movimiento ya tiene un rostro, el de Emma González, una estudiante de 18 años del instituto Stoneman Douglas, lugar de la masacre, que el sábado capturó la atención de EE UU con un emotivo discurso que se viralizó y en el que llamó a convertir Parkland en un punto y aparte de la sangría de las armas. «Vamos a ser los chicos sobre los que leáis en los libros de texto», dijo, «porque el nuestro va a ser el último tiroteo en masa».

Pese a la evidencia mortal tantas veces llorada, EEUU se empeña en mantener el acceso a las armas en base a una enmienda a la Constitución adoptada en 1791 cuando el Estado recién creado carecía de mecanismos debidamente organizados para defender a sus ciudadanos. Y para más inri, su presidente se hace eco de la propuesta que debería poner los pelos de punto a cualquiera consistente en dar armas a los maestros.

Después de las marchas de este fin de semana, es importante que de regreso a casa, los estudiantes sigan luchando y muy en particular cuando dentro de pocos meses hay elecciones de mitad de mandato. La diferencia a la hora de legislar entre tener congresistas y senadores contrarios al supermercado armamentístico actual o tener amigos y defensores (y beneficiarios) de la Asociación Nacional del Rifle es abismal. Por ello, el trabajo de estos jóvenes no acaba en Washington. Esto es solo el principio.