Sacerdote

Leer, ver, escuchar la palabra joven , me trae a la mente muchas chicas y muchos chicos que están en mi parroquia, los chicos y chicas del proyecto de inmigrantes y comercio justo de Cáritas y muchas chicas y chicos con los cuales he tenido y tengo el placer de compartir mi vida y sus vidas.

Para nada me recuerda a conflicto, problema, desastre... Es cierto, que se habla mucho sobre que la gente joven es igual a pasotismo, drogas, botellón, irresponsabilidad. Como cualquier ser humano, el joven tiene sus cosas negativas y sus críticas que hacerles (las contradicciones, la falta de confianza en el futuro, el desinterés cultural y político).

Se critica a los jóvenes de cómo está la sociedad, pero pensemos que la sociedad actual es un legado que nuestros mayores nos han dejado. Son las otras generaciones las que han ido trabajando para tener una sociedad de la que hoy ellos tanto se lamentan.

Los chicos y las chicas adolescentes y jóvenes tienen muchas cosas positivas, nos ayudan a cambiar con su forma de vida muchas concepciones sobre las cosas y las personas. Nos ayudan a revolucionar los sentimientos, a vivir de manera sana, normal, desacomplejada y no neurótica muchos temas tabú. Nos dan cada día y en cada momento una lección de solidaridad con sus acciones de voluntariado social, nos enseñan, en definitiva, a vivir de forma apasionada la vida.

Necesitamos hoy más que nunca de los jóvenes, para que corrijan nuestra visión y nos ayuden a dar respuesta a las nuevas generaciones, ya que son muchas posibilidades las que tienen estas generaciones en el ocio, el tiempo libre, la necesidad del ahora...

Los necesitamos hoy más que nunca, para que nos digan por dónde van las cosas.

Una cosa sí me preocupa de la juventud actual, el aumento de las chicas y chicos que padecen trastornos como la ansiedad, depresiones, frustraciones por los problemas para encontrar trabajo. Me preocupa los problemas de inserción, el aumento de absentismo y fobia a la escuela, debido a los múltiples conflictos familiares y dentro de familias, a menudo monoparentales. Y es preocupante el aumento de suicidios que es ya la segunda causa de mortalidad tras los accidentes de tráficos.

Desde aquí quiero que tomemos conciencia toda la sociedad, especialmente políticos, medios de comunicación, colegios, institutos, universidades, educadores, educadoras... Ya que hemos tomado conciencia de los derechos de los mayores y de los niños pero no existe conciencia de los que se refiere al bienestar o malestar de los adolescentes y los jóvenes.

Creo que nos hace falta más ocuparnos de los jóvenes que simplemente preocuparnos por ellos. Es necesario poner en juego todo lo que de positivo tiene la juventud, transmitiendo confianza, afecto, educando democráticamente. La juventud es modelo de vida de sentimiento y de alegre porvenir, no olvidemos que es nuestro futuro.