La crítica suele señalar la década de los ochenta como la de la madurez del pintor extremeño Juan Barjola (Torre de Miguel Sesmero, 1919), algo que hoy parece una consideración fuera de tiempo, cuando aparecen cada dos por tres genios precoces y obras maestras semanales o los artistas maduran vertiginosamente sin que uno se dé cuenta.

Barjola, que ayer inauguró una muestra de 90 obras en Madrid, inició sus estudios artísticos con 15 años en Badajoz y posteriormente en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid como alumno libre y asistió a sesiones de dibujo.

Durante esos años compaginó estas actividades con la copia de cuadros de los maestros del Museo del Prado. Abstracto y expresionista, en los cincuenta vivió una etapa de tanteos bajo el influjo de artistas como Bacon, Picasso o De Kooning.

Lejos de Extremadura se fraguó una reputación como uno de los principales artistas figurativos y sus cuadros expresaron una fuerte crítica social.

Parco en palabras, huidizo, ha sabido ser consecuente en su vida con su forma de pensar. A partir de los años noventa la región empezó a valorar su obra y organizó amplias exposiciones. El proyecto de que gran parte de su pintura se quedara en Extremadura (que posee, no obstante, cuadros del pintor) se frustró y en 1988 se inauguró un museo en Gijón que lleva su nombre, con más de cien obras.