Dramaturgo

La estirpe de Judas no para, lo mismo aparecen en un equipo de fútbol vendiéndose al contrario o en el PSOE de Madrid. La estirpe de Judas es difícil de detectar porque esconde sus intenciones hasta en la misma "última cena". Max Aub cuenta en una novela cómo fue apresado un hombre de izquierdas de toda la vida por un grupo de milicianos. De nada le servían sus alusiones a la política que siempre había seguido, alguien le había denunciado por pertenecer a la Falange y su vida se terminaría junto a una tapia. Antes de llegar a su patíbulo, el hombre contó a los milicianos que hacía seis meses que había prestado diez mil pesetas a un amigo que tenía problemas con su negocio y en su casa conservaba, sin que su esposa e hijos supieran dónde, un pagaré para poder recuperar el préstamo, les rogó que volvieran después de su ejecución y le dijeran a los suyos dónde escondía el pagaré para que pudieran cobrarlo. Los milicianos optaron por volver con el hombre a su casa (nada perdían por esperar unas horas para ejecutarle) con el fin de que fuera él mismo el que informara a su familia. Cuando llegaron y comprobaron la verdad del documento, un miliciano le preguntó cómo se llamaba el amigo al que prestó y el hombre les dijo el nombre. "Ese amigo es el que te ha denunciado. El que debería devolverte el dinero". Aub nos dice que tras ponerle en libertad, fueron a buscar al Judas para que ocupara su sitio en la tapia.

La estirpe de Judas tiene un problema que consiste en valorar sus acciones siguiendo un patrón mezquino. No traicionan por altas causas, sino por miserias y la cuerda que les matará cuando se cuelguen del árbol, siempre la dona el pueblo.