TEtstos chicos a los que les pagamos el sueldo para que gobiernen, o vigilen a los que gobiernan, están enviscados en sus guerras personales e insultan nuestra inteligencia, incluso cuando se ponen a contar manifestantes.

Los impuestos se pagan, entre otras cosas, para no recibir la carta de un chantajista en la que te anuncie que debes pagar un donativo para evitar que una bomba destroce tu empresa o para que no te tengas que hacer tú mismo las carreteras con un pico y una pala. Pero se olvidan de su vocación de servicio a la sociedad y confunden los medios con los fines, de tal manera que para servirnos y hacernos felices han jurado acabar con el contrario.

Los españoles de a pie nos encontramos, por poner un ejemplo que entienda todo el mundo, entre palestinos y judíos, sin haber hecho ningún mérito, y ya no sabes qué estremece más las carnes, si escuchar al ciudadano Blanco disertar de rabino o soportar la arenga de una Acebes en estado ayatolláh puro.

Como la situación se prolongue vendrá un indígena de Marbella mismo, un Evo Morales del ladrillo, o un Florentino sin pasar por los Médicis, y nos berlusconizará el escaso sentido común que todavía queda, y mandará a hacer puñetas la democracia que con tanto esfuerzo como ilusión se construyó en el quinquenio prodigioso, 1975-1980, cuando todos los héroes modernos nos sentimos victoriosos, porque el dictador se había muerto en la cama de un hospital sin que nadie hubiera tenido que poner en peligro ni siquiera la cuota de la hipoteca del piso.

¿A qué están jugando? ¿Por qué ese empeño en ganarse el desprecio de cualquier persona con capacidad de raciocinio, por qué esa insistencia en el juego sucio? ¿De verdad cree el PP qué le va a salir gratis este atiborramiento de manifestaciones? ¿El PSOE está convencido de que filtrar documentos de los servicios secretos es bueno? No preocuparse: dentro de poco nos darán la receta gubernamental del pollo al frenadol, y alguien del PP acusará a Zapatero de la gripe aviaria. Son las reglas.

*Periodista