TNto se si sabrán que también fuera de Sevilla se celebra la Semana Santa y, además, que no hay que irse muy lejos para disfrutar de esta mezcla de folclore, cristiandad, recogimiento y pasión, para los católicos, o simplemente belleza plástica para el resto.

No todos los extremeños y cacereños saben que la Semana Santa de Cáceres fue declarada de Interés Turístico Internacional en 2011 y no todos ellos saben del valor y calidad de su Semana Santa. Alguno pudiera pensar que al ser quien suscribe andaluz no encontrase parangón entre la propia y el resto, pero créanme que no es así.

Mientras en Andalucía, siempre en general, la ostentosidad de sus pasos y la veneración, fe o culto a las imágenes, es mayor que a su significado, en Cáceres pareciera lo contrario, menor pomposidad y mayor recogimiento.

Quizás estas distintas expresiones o manifestaciones populares tengan más que ver con la idiosincrasia de cada pueblo, con la manera de ser de sus gentes y por supuesto con su clima. Pero aún así, y reconociéndome un ignorante de la Semana Santa extremeña o cacereña, no podré olvidar la primera vez que presencié la salida y recogida del Cristo Negro de Cáceres.

Sobrada de una espiritualidad invisible, pero tangible. La noche, solo encendida por el mágico gris blanquecino de la luna, observa curiosa como a ritmo de bajo continuo, la ciudad antigua poco a poco, lentamente, se despierta al paso de las peregrinas llamas que invitan a descubrir el verdadero espíritu de esta ciudad medieval de piedras, palacios e historia viva. El silencio que grita por sus calles es sobrecogedor ante la esperada imagen del Cristo Negro escoltada por las que parecieran miles de almas.

Ese espectáculo irrepetible y los sentimientos y sensaciones que a su vez producen en el cuerpo y el alma no están restringidos a católicos, beatos y demás calificativos peyorativos que iconoclastas atribuyen exclusivamente a un grupo de exacerbados religiosos.

No, no es necesario ser católico para aplaudir y gritar cuando mecen a la Macarena o cacereño para admirar la silenciosa belleza sobrenatural del Cristo Negro.