TStin saber cómo ni por qué al niño no le gusta el juguete. El padre, que trotó por las grandes superficies para encontrar el más novedoso y anunciado, se encuentra desorientado ante el desprecio con que el niño lo trata. Aquel juguete educativo, instructivo y divertido, caro como un ojo de la cara, no le interesa.

La bajada de lo virtual a lo real, no es fácil de soportar. Cuando el niño aterriza en el juguete concreto, le satura; no es imagen, es cosa y la cosa no seduce ni produce vértigo. Es un hecho de experiencia diaria: nada hay más decepcionante que encontrarse con un famoso de frente: las virtualidades que desprende en la pantalla no existen y es ese desilusionante choque con la realidad la que invade los ojos de los infantes cuando tienen en sus manos artilugios sin brillo e ingravidez.

No sé si en un anuncio de televisión hay más horas de pedagogía que en muchos tratados didácticos, pero parece que también hay una deficiente percepción de la realidad, que explicaría el colapso infantil y la sospecha que asoma en esos expectantes ojos: a partir de ya, todo será casi siempre precario.

Los progenitores que han abonado tan caros juguetes, quizás estén también pagando las consecuencias de esa deriva virtual, por creerse a pie juntillas que los padres son los reyes.

*Licenciado en Filología