WEwl juicio a Sadam Husein por crímenes contra la humanidad empezó el miércoles y tuvo que aplazarse ante la ausencia de bastantes testigos y por la negativa del expresidente iraquí a reconocer el tribunal y responder a sus preguntas. Se trata de un proceso envenenado desde el principio. No porque haya la más mínima duda de los asesinatos ordenados durante el régimen del dictador, sino por la falta de garantías al haber sido condicionado por las fuerzas militares de ocupación.

Tratándose de crímenes contra la humanidad, lo procedente habría sido celebrar el juicio en el Tribunal Internacional de La Haya. Pero Estados Unidos, que no reconoce este organismo, se opuso a ello. Poner a Sadam en manos de la justicia internacional le proporcionaría a éste la oportunidad de airear quién le apoyó --empezando por el hoy secretario de Defensa de Bush, Donald Rumsfeld -- mientras cometía las matanzas de kurdos y emprendía su guerra de agresión contra Irán. Con todo, admitir este riesgo y garantizar un juicio imparcial le habría evitado al Gobierno de EEUU esta nueva pérdida de legitimidad internacional, que será utilizada por el discurso antioccidental de Al Qaeda y de otros grupos terroristas.