Este pasado jueves confirmamos lo que ya sabíamos, que la Justicia sigue teniendo nombre de varón, que la víctima, mujer, es un objeto, cuyo resarcimiento depende de que consiga demostrar cuánto la han destrozado ellos, los sujetos. Que nuestra palabra vale poco o nada. Si esa fue la resolución ante un caso tan sangrante y mediático como el de ‘La Manada’, ¿qué no ocurrirá con tantas otras mujeres víctimas de violación? En España, son al menos una cada ocho horas.

«Es inocultable que la denunciante se encontró repentinamente en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión; al percibir esta atmósfera se sintió impresionada y sin capacidad de reacción. En este momento notó cómo le desabrochaban la riñonera, que la llevaba cruzada, cómo le quitaban el sujetador sin tirantes abriendo un clip y le desabrochaban el jersey que tenía atado a la cintura; desde lo que experimentó la sensación de angustia, incrementada cuando uno de los procesados acercó la mandíbula de la denunciante para que le hiciera una felación y, en esa situación, notó cómo otro de los procesados le cogía de la cadera y le bajaba los leggings y el tanga. Sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados».

Este párrafo describe una pura atrocidad. También son palabras claves para desatar rabia e indignación ante una Justicia demasiado benevolente con un comportamiento tan salvaje.

Este pasado jueves la ira y la tristeza se encontró sin embargo con la determinación y la esperanza. Porque de nuevo salimos a la calle, de nuevo nos solidarizamos, de nuevo volvimos a tomar conciencia de que ésta es una guerra que tenemos que batallar entre todas. Tan horrible es el caso como maravillosa la oleada de solidaridad que ha creado.

#LaManadaSomosNosotras se reproducía en redes sociales y no se trata de una etiqueta más. Estamos aprendiendo que tenemos que luchar contra un sistema que nos ningunea. Que no estamos solas.