Carmen quiere ser médico. Lo sueña desde niña. ¡Lo tengo que conseguir! Se dice a sí misma camino de la Facultad de Filosofía donde este año le ha tocado realizar las pruebas de EBAU (selectividad). Lengua, Inglés, Historia, Natemáticas, las de la fase general, ¡Matemáticas!

Todavía le da vueltas al examen del año pasado, al final 12.200 (EBAU + Bachillerato). El corte de medicina 12,315. ¡Una barbaridad! No pudo ser, ¡que decepción! Un bachillerato de sobresaliente, una fase especifica con un 9, un solo examen con un 6 y todo se frustró.

De la decepción, Carmen pasó a la determinación: ¡al año que viene lo tengo que conseguir!

Las 12.15 horas del miércoles, último examen: Matemáticas. El resto ha ido muy bien. El recuerdo del año pasado, los nervios a la entrada. La sonrisa dirigida a su padre al salir. La satisfacción al comprobar los ejercicios. ¡El primero bien! ¡Este también bien! ¡Todo bien! Felicidad. Jueves por la tarde pita el WhatsApp ¿Qué? ¿No puede ser? El rector anuncia: «hay que repetir algunos exámenes porque ha habido filtraciones en la cadena de custodia en base a los principios de igualdad y justicia». Y Carmen lloró.

Señores de la UEx, ¿están ustedes aplicando los principios de igualdad y justicia a Carmen? ¿Y a Isabel? ¿Y a Mariví? ¿Y a Javier? ¿Y a…?