Pep Guardiola anuncia a toda página en los diarios que "al final, todo se reduce a sentirse querido". La campaña de un banco con el entrenador del Barça, tal como están las cosas, no sé si les ayudará a atraer nuevos clientes, pero ojalá marque tendencia.

Ganarse el respeto con humildad, un valor que le reconocía desde este diario alguien con tan escasa modestia como Cruyff , cotiza al alza. Los directivos tienden a medir el prestigio en términos de autoridad. Llevado al extremo, cuando se les cuestiona su valía profesional, apelan al argumento del porque yo lo mando. A eso le llama síndrome de Manolo la directora de un master de liderazgo femenino, Carmen García Ribas . Por no señalar, pero todos conocemos en el trabajo a unos cuantos manolos de manual.

Un buen número de mujeres, si tienen que elegir, prefieren ser queridas que respetadas. Ante el miedo a ser criticadas, rebajan el perfil. El síndrome de Mari Pili , según esta experta en comunicación, ataca sin compasión a profesionales cualificadas y hasta a señoras ministras. La antigua titular de Vivienda, María Antonia Trujillo , era capaz de boicotear sus propias propuestas cuando las anunciaba, para no sufrir críticas despiadadas.

Visto así, el Primer Master Pep Guardiola para maripilis y manolos es un buen patrocinio para un banco que busca valores.

Aunque ya hay mujeres inmunes a ese síndrome, como la exvicepresidenta De la Vega , que siempre fue ella misma, y hombres a los que no da ningún pudor reclamar el cariño de los suyos. Lo ha hecho el juez Baltasar Garzón , que ayer viajó del Tribunal Internacional de La Haya a Barcelona para recibir el Premio Christa Leem en reconocimiento a su trayectoria y por ser la dignidad de la memoria. La compañía de caras amigas le emocionó más que los cinco minutos de ovación que le propinaron en las Naciones Unidas, en esos lejanos tiempos de la causa contra Pinochet .