XHxace casi un año publiqué en estas mismas páginas un artículo titulado El mundo árabe: oportunidades perdidas. En él señalaba que, si el rey Juan Carlos había tenido en 1992 el hermoso detalle de pedirles perdón a los sefardís, en nombre de la nación española, por los atropellos cometidos con sus antepasados cinco siglos atrás, no había habido un gesto parecido con los musulmanes y conversos, mucho más numerosos.

Recordé a continuación que las Capitulaciones para la entrega de Granada, firmadas por Fernando e Isabel con Boabdil en 1491 aseguraban a la población musulmana toda clase de garantías religiosas y sociales "para siempre jamás". Y que, no obstante, nada más exiliarse Boabdil en 1493 había empezado el largo proceso de conculcación de aquellas promesas solemnes, proceso culminado, a principios del siglo XVII, con la brutal "solución final" de Felipe III, claro anticipo de la llevada a cabo años después por los nazis.

¿Por qué no se ha tenido con los descendientes de los musulmanes y moriscos ultrajados y expulsados por los católicos españoles un gesto de desagravio comparable al dirigido a los sefardís? Así se lo preguntó al rey el decano de los hispanistas marroquís, Mohammed ibn Azzuz Hakimm, en vísperas del quinto centenario de la entrega de Granada. Cuando redacté aquel artículo, dicha carta no había recibido contestación. Y comenté: "Ello, a mi modo de entender, es un lamentable error que da a entender que los descendientes de los musulmanes españoles ocupan un rango inferior en el afecto de la monarquía constitucional al otorgado a los sefardís".

Tampoco desde entonces se ha producido el gesto solicitado por el distinguido hispanista marroquí. Visto desde el lado árabe, tal silencio tiene una sola lectura: para España es más importante quedar bien con el mundo judío que con el mundo islámico. Se trata de una falta de coherencia estatal difícil de perdonar. De un error diplomático de primer orden.

También lo dije en el artículo referido. Para José María Aznar --y para los suyos-- la única España auténtica es la España católica. Los "moros" y los judíos no eran españoles, eran antiespañoles, los antecesores de "rojos" y masones. Para Aznar --y los suyos-- la gran España es la de la "Reconquista" y luego de la conquista de América (¡qué ofensiva la gigantesca bandera española de la madrileña plaza, precisamente, de Colón, bandera tan cara a "manda huevos" Trillo y que uno espera desaparezca para siempre dentro de unas semanas!). De la rica mezcla de culturas que se dio en la España anterior a 1492, nada de nada.

Rodríguez Zapatero y sus asesores han elaborado unas muy interesantes propuestas para conmemorar el cuarto centenario del Quijote en el 2005, entre ellas el reconocimiento y estudio de "los sedimentos judío-árabes" que se pueden rastrear en la obra de Cervantes, así como sus planteamientos europeos. En ambos sentidos el aludido episodio de Ricote es de relevancia primordial. Tras pasar por Francia e Italia, el exiliado forzoso ha llegado a Alemania. "Y allí --le cuenta a Sancho -- me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas; cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte de ella se vive con libertad de conciencia". ¡Con libertad de conciencia! ¡Sublime ironía! Entre líneas nos dice todo lo que falta en España.

Aznar y los suyos se van y ya se respira un hálito primaveral de esperanza. Es la nueva oportunidad, tal vez la última, para que se levante la otra España, la España vislumbrada en la Constitución, la España plural de verdad (yo la querría federal), la España multilingüe, multicultural y tranquila, la España que se recrea con las diversas sangres que corren en sus venas, que no predica catolicismo en la escuela pública (haría falta una nueva asignatura de las tres culturas), la España generosa, tolerante. La España que debe ser puente --recuperada la confianza del mundo árabe-- entre Oriente y Occidente. Todo ello lo pusieron en peligro Aznar y los suyos, pero los españoles, con enorme sensatez, se han pronunciado. Enhorabuena.

*Hispanista