El laborismo británico se enfrenta hoy a una prueba de fuego en las elecciones europeas, adelantadas unos días en Gran Bretaña, y en los comicios locales en Inglaterra y Gales. Según el resultado, el primer ministro, Gordon Brown, quizá no pueda ni siquiera hacer el reajuste del Gobierno que prepara para enderezar su delicada situación. La crisis económica y, sobre todo, el escándalo de los gastos privados de los diputados pagados con dinero público han colocado al dirigente laborista en una situación insostenible.

Ante la gravedad del deterioro, además, varios ministros abandonan el barco a la deriva y una cincuentena de diputados laboristas rebeldes comenzaron ayer a estampar su firma para pedir la dimisión de Brown. Si el martes fue la ministra del Interior, Jacqui Smith, la que anunció su renuncia, ayer lo hizo la titular de la cartera de Comunidades, Hazel Blears, próxima al antecesor de Brown, Tony Blair, el hombre que llevó al laborismo al récord de las tres victorias consecutivas. Otros ministros, como el de Economía, Alistair Darling, o la de Europa, Caroline Flint, podrían tomar el mismo camino en los próximos días.

Todos ellos, igual que los diputados rebeldes, quieren salvar su piel y la del partido desligándose de un desprestigiado Gordon Brown, quien, sin embargo, con sus primeras y audaces iniciativas frente a la crisis, así como con la reunión del G-20 en Londres, consiguió despertar la admiración de sus colegas europeos. Pero todo se ha desmoronado en poco más de un mes y a la fuerte caída ha contribuido sobre todo el escándalo de las dietas de los diputados.

Es cierto que el uso incorrecto del dinero público afecta también a numerosos miembros del Partido Conservador, pero, en igualdad de condiciones, es lógico que quien está en el poder pague la mayor parte de las consecuencias de un caso como este.

Hasta el diario The Guardian, tradicional aliado del laborismo, pidió ayer la dimisión de Brown, sin dejar de señalar que las renuncias de sus ministros significaban el abandono del barco en plena tormenta.

Cuando ocurre todo lo que está ocurriendo, pocas salidas le quedan a Brown, que se resiste a adelantar las elecciones generales, como le reclama la oposición conservadora, y, por supuesto, se niega a dimitir. Su única aspiración es ganar tiempo para ver si amaina el temporal. Pero ganar tiempo se convierte muchas veces en una forma de perderlo.