La tesis doctoral que venía a denunciar los niveles poco recomendables de plaguicidas en las aguas de los ríos Tajo y Tiétar a su paso por Monfragüe, y en la que se detallaban las sustancias aparecidas en algunas especies analizadas, no debe alarmar a nadie en exceso. Tras las réplicas tanto del consejo rector del parque como de la Consejería de Medio Ambiente por las que se avala la calidad del agua de dichas cuencas en parámetros que están por debajo de los niveles que fija la Unión Europea, el análisis universitario debe ser interpretado como esa permanente alerta en la que todos debemos situarnos ante las posibles agresiones al medio ambiente. Todos sabemos que Monfragüe es una de las joyas de la corona medioambiental extremeña. Y, por ello, que todo celo para su correcta conservación siempre es bienvenido.

También es sabido que las prácticas agrícolas llevan irremediablemente al uso y abuso de determinados productos perjudiciales con el entorno. La clave reside en el control de este tipo de actividades, siempre bajo el prisma de la legalidad a la hora de chequear qué productos están prohibidos y cuáles no. Se hace por ello necesario establecer los mecanismos suficientes para garantizar el exhaustivo control sobre las sustancias tóxicas empleadas en tareas agrarias.