Dice Pennac que el verbo leer, como los verbos dormir, soñar o amar, no admite imperativos, pero lean. Lean cualquier cosa, lo que les guste, lo que sea más fácil de llevar en el bolso o transportar a la oficina. Déjense enredar por sagas kilométricas o por malas imitaciones de Tolkien. Piérdanse entre elfos, guerreros, reyes y criaturas oscuras.

Están en su derecho, pero no bajen más peldaños de los necesarios. Procuren leer de cada género o subgénero los mejores libros. Lean Drácula antes que Crepúsculo, porque como en matemáticas, el orden de los factores no altera el producto. Qué más da por donde empiecen si el resultado está ahí, esperando a la vuelta de la esquina.

Lo importante es que abran un libro o un cómic y descubran que pueden perderse entre sus páginas. No hagan como el 39% de la población española que no abrió ningún libro durante 2015. Ninguno. Háganse a la idea.

Trescientos sesenta y cinco días sin acariciar un lomo, escoger un título, dejarse embaucar por el escritor, sea quien sea.

El ritmo de publicación de novedades corre más que los lectores y eso no se sostiene. Por eso, lean. Para que no se vengan abajo las mesas de las librerías bajo el enésimo libro del año, de la última revelación, de la joven promesa que viene a comerse a las viejas glorias de la literatura. Piensen en esos pobres libreros agobiados por tanto libro infantil, por tanta novela juvenil sobre valores, como si educar en valores fuera tan fácil como dedicar unas páginas a un inmigrante, a una patera, a un refugiado con final feliz.

Lean. No esperen el toque mágico de un profesor de lengua y literatura, pobres. Como si no tuviesen bastante con lo que les cae encima deben convertirse en zahoríes.

Igual que los escritores, modernos animadores socioculturales más que creadores entregados a su causa.

Lean narrativa trasmedia, Juego de tronos, poesía joven, ya tan vieja, crean que lo moderno acaba de nacer y que los caligramas los ha inventado su vecino del quinto. Qué más da.

Lean lo que lee todo el mundo. Somos gregarios. Comenten los libros igual que los partidos, pero cuando estén solos, en sus casas, en sus hoteles, en los bancos de los parques, cojan un libro y disfruten.

Puede que el verbo leer no admita imperativos, pero sí pescozones y collejas. Abran los ojos, abran los libros y déjense de tonterías.

* Profesora y escritora