Leer alarga la vida. Eso es al menos lo que revela un estudio realizado por la Universidad de Yale. Al parecer, leer tiene mayor influencia en la longevidad que el sexo, el dinero, los estudios académicos o la salud.

El estudio aporta conclusiones a priori tan positivas, que se diría fue encargado por Fomento de la Lectura. Y, sin embargo, a mí me ha dejado mal cuerpo. Yo que me considero buen lector comienzo a pensar si sería buena idea dejar de perder el tiempo entre libros teniendo en cuenta que corro el riesgo de vivir dos años extras. Veamos: ¿vivir es un gozo o es un sufrimiento? En este último caso, dos años más de vida equivaldría a dos años más de lamentaciones.

No quisiera ponerme cafre recién comenzado el año, pero no me asiste el espíritu navideño. La mayoría de las personas que conozco desean abiertamente que 2017 sea mejor año que el anterior, que por lo visto no fue gran cosa. Lo entiendo. ¿Quién quiere vivir en un mundo en el que decenas de personas son masacradas en una discoteca por celebrar el Año Nuevo haciendo algo tan pecaminoso como bailar? ¿Quién quiere abundar en esta agonía marcada por el desempleo, la enfermedad o la muerte de los seres queridos? A lo mejor son estas incertidumbres las causantes de que «uno de cada tres españoles no lea nunca», Yale dixit. A lo mejor, digo, no somos ignorantes, vagos o refractarios de la lectura, sino tipos cabales que no queremos vivir más de lo debido.

Vivir o no vivir, that’s the question. Lo importante no es vivir mucho sino bien, en armonía con el mundo y con uno mismo. Pero échenle un vistazo al mundo y luego hablemos. Antes, para combatir el desaliento, teníamos la lectura, pero ¿quién va a ser ahora el valiente que se atreva a leer a sabiendas de que esta afición no va aligerar el sufrimiento sino que lo va a demorar? Gracias a Yale, sabemos que leer alarga la vida y, por ende, el sufrimiento.

* Escritor