Mera adolescencia. En las tórridas siestas de aquellos luminosos veranos, en los cuales, ¡gratia Deo!, aún no había infectado la sala de estar del diabólico mamotreto del televisor, nos dedicábamos, tensa quietud, a devorar vulgares novelitas de vaqueros escritas por Silver Kane o Marcial Lafuente .

Pero de aquellas lecturas mediocres y zarrapastrosas pasamos a Zane Grey, Fenimore Cooper y Oliver J. Coorwod . Cuando nos dimos cuenta estábamos ya en Mika Valtari, Pearl S. Buck y Chesterton . La vida se animaba, y más se animó cuando los protagonistas de nuestras lecturas disparaban aquí, en el solar patrio hispano, en vez de por ese ancho mundo. Fuimos a matar gabachos con Monsalud (¡Los Episodios Nacionales de don Benito!) y a cazar con Lorenzo , el entrañable personaje de Miguel Delibes .

Ya había atacado la televisión, y había dado comienzo el principio del fin , como hay quien diga; pero nosotros nos habíamos salvado del naufragio, asidos a los pecios de la lectura. Es más: hicimos de aquel torrente de libros nuestro oficio y condición. Alguna decencia hubo en nuestro código moral para que quisiéramos dar a conocer a las generaciones posteriores los placeres y deleites de los libros.

Vano esfuerzo. Al cabo de varios lustros, sobre todo por culpa del pérfido y catastrófico sistema educativo, un altísimo porcentaje de adolescentes dice que de leer alguien que sea Rita la Cantaora, que ellos, de hacerlo, será por obligación. Una hora semanal para que lean en clase un libro, más o menos relacionado con el temario que desarrollamos... y ni por esas. A unos no les da la gana, a otros se les olvida traerlo... ¡Qué panorama!

Excuso decirles a vuesas mercedes que fuera del horario lectivo la gran mayoría no lee absolutamente nada ¡Qué van a leer con tanto invento electro-sicodélico como entretiene sus ocios! Ya pueden organizar carísimos y sesudos congresos en pro de la lectura y otras aparatosas parafernalias oficiales. Cartuchos sin munición, tiros de fogueo, pólvora en salvas.

¿Dónde irá a parar el esfuerzo y la creación de tantos siglos? La pátina de los años va cubriendo millones de anaqueles repletos de libros que languidecen en la penumbra de bibliotecas agonizantes. Toda la vida bregando con los textos para presumir de una ortografía decente y para enseñar a los muchachos a escribir con corrección, y ahora resulta que se comunican en una jerga atroz plagada de bestialismos. ¡Y además que no tiene vuelta de hoja! ¡La omnipresente k! Esa k que pincha y ofende a cuanto fonema se le acerca y que tan profusa se ha vuelto en los móviles y en los inefables imeiles . Esa k picuda que parece una de las estructuras metálicas con que sembraron las playas de Normandía para poder acribillar mejor a los yanquis que venían a librar a Europa del Tercer Reich.

Debe de ser por eso; por el antiamericanismo obsesivo de la progresía militante. ¡Consumatus est! Amantes de la lengua y la literatura españolas. Tendremos que entregar las armas, depondremos los libros, nos rendiremos. Y en vista de la guerra perdida, que os zurzan, porque yo me voy de caza, antes de contemplar los efectos de algo que llaman deformación para la supervivencia o educación para la convivencia , no estoy muy seguro. Que don Miguel de Cervantes os coja confesados.

*Escritor