Toda persona necesita una vocación, una excusa, una causa --si se prefiere-- para ser feliz. Jérôme Lejeune ya había encontrado la suya en la medicina cuando en 1952, nada más terminar la carrera, ingresó en el hospital Trousseau como ayudante del doctor Raymond Turpin . Pero fue el contacto con los niños "mongólicos", como se les llamaba antes, lo que realmente determinó su vida. Aquellas prácticas de obligado trámite acabaron por materializarse en esa causa de la que hablaba antes.

Aquí terminaba la carrera de ese médico rural que pretendía ser (tal vez influido por la lectura de El médico rural, de Balzac ) para convertirse en el célebre genetista que en 1958 formuló de manera científica qué motiva el síndrome de Down: la existencia de un cromosoma extra del par 21, algo que entonces se desconocía por completo.

La Fundación Jérôme Lejeune, con delegación también en España, ha promocionado un documental que toda persona interesada en la discapacidad debería ver: Jérôme Lejeune .

A los más pequeños de los míos (François Lespés , 2015). La narración esboza la vida del gran genetista y analiza el momento en que decidió aparcar su promoción personal (podría haber sido Premio Nobel) para abanderar la lucha contra el aborto. Lejeune constató apenado que su descubrimiento facilitaba que numerosas madres abortaran al saber que esperaban un hijo trisómico. El que había hecho el juramento hipocrático de intentar curar al paciente, un hombre católico (por herencia familiar y por convicciones propias), veía cómo los avances en genética servían, a la postre, para algo que iba en contra de sus principios: la interrupción voluntaria de numerosos embarazos.

Lejeune descubrió la trisomía del 21 y algo igual de importante que muchas familias ya saben: que un hijo con un síndrome de Down no es una carga sino una fuente inagotable de satisfacción.