TCtómo me huele a ley de fugas lo de la policía londinense. Y qué pronto saltan algunos defendiéndola. La vieja Europa, la que hasta hace unos meses presentaba un modelo constitucional basado en el Estado de Derecho, se llena de personajes que justifican siete tiros en la cabeza de un electricista brasileño cuyo delito era vivir cerca de un sospechoso de atentado. Blair se muestra duro (ya lo estaba cuando la alianza contra Irak, por eso no extraña a nadie su dureza) y con su maquillaje facial que vale un montón de euros, logra convencer a sus flemáticos paisanos y ganar popularidad. Siempre me he preguntado qué hacen algunos políticos con la popularidad que ganan, en qué la utilizan, para qué la atesoran, cómo la gestionan, y qué es eso de la popularidad. Popular eran Jack el Destripador , o Bamby, y esas popularidades sirven para causas dispares. La popularidad de Blair obtenida con siete disparos en la cabeza de un inocente, parece ser que sirve para que los ingleses crean que están seguros.

Sé que para detener a un individuo que lleva su cuerpo cargado de muerte, no puede haber más métodos que anular su capacidad de reacción al instante. Pero antes de los siete tiros hay que cerciorarse, no todo el que corre para coger un metro va cargado con dinamita. La vieja patria de Holmes y Watson parece haber perdido su práctica flema y aquellas investigaciones meticulosas que tantas páginas de buena literatura nos procuraron, se han reducido a un simple folleto de seguridad ciudadana. De todas formas, es curiosa la reacción de alguno en España que por un lado pide que siga la Comisión del 11-M y por otro, justifica los siete tiros de Blair.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala