Licenciada en Derecho

La libertad de expresión sigue siendo, aun en nuestros días, una vieja conquista por materializar; y es que el fenómeno de la "globalización de los medios de comunicación" está influyendo decisivamente en lo que podríamos denominar "pensamiento dominante", algo así como se propaga lo que nos interesa y se ridiculiza o margina lo que no interesa. La televisión, que es el medio de comunicación de masas masificado, se ha constituido cada vez más en una especie de caja de resonancia que, en exceso idiotiza, bajo la coartada del poder omnipresente de la tele.

Lo preocupante de esta situación es el hecho de la manipulación, el aspecto coercitivo que este nuevo panorama de la "globalización periodística" conlleva, y que, en comunidades como la extremeña, tiene una significación singular, porque el aparato televisivo juega un papel decisivo en la denominada sociedad de la información. El conflicto entre determinadas televisiones y la Junta acentúa este análisis de medios excesivamente politizados, mediatizados por lo político, frente al valor de lo público.

La libertad de información y la libertad de expresión no son hoy ni mucho menos valores renunciables, aún más, son valores y derechos constitucionales que contribuyen a la consolidación de cualquier estado democrático. Razón por la cual, atisbos de menosprecio a estos derechos constitucionales dañan directamente la línea de flotación de nuestra democracia. Por esto hemos de estar en guardia frente a los continuos intentos de mediatizar el lenguaje, las ideas y la pluralidad. Reducir estos postulados a una cuestión de los shares televisivos es tan peligroso como frivolizar con la libertad de pensamiento, expresión y de prensa.