La Declaración de Berlín, en el quincuagésimo aniversario de la firma de los Tratados de Roma, comienza celebrando la grandeza histórica de una Unión Europea que se ha ampliado de los seis Estados miembros fundadores a los veintisiete actuales: "Gracias al ansia de libertad de las gentes de Europa Central y oriental, hoy se ha superado definitivamente la división artificial de Europa". Paz, prosperidad, solidaridad, democracia y Estado de Derecho abanderan el proyecto político europeo. Al final, la Declaración pierde brío y se queda en un modesto "empeño de dotar a la UE de fundamentos comunes renovados de aquí a las elecciones del Parlamento europeo de 2009".

Que se omita la palabra Constitución no es una cuestión nominal. Cuando la mayoría de Estados miembros son refractarios a transferir más poder a Bruselas, ese empeño es el máximo que ha conseguido la Presidencia de turno alemana de "una organización (Unión europea) cuya ocupación constante es la realización de interminables rondas de negociaciones para resolver conflictos entre intereses nacionales y/o particulares, cuya postura habitual es el compromiso y cuyo principal producto son las evasivas", a juicio del historiador británico Timothy Garton Ash . "Esta es la peor de las Europas, excluidas las demás Europas que hemos probado a lo largo del tiempo", parafrasea el comentario W. Churchill sobre la democracia, reconociendo la necesidad de "que esta Europa nos ayude a conservar esa prosperidad y seguridad social sin precedentes que los europeos occidentales hemos alcanzado a lo largo de los últimos sesenta años, mientras intentamos compartirlas con el resto del continente y sufrimos la competencia económica de Asia y América" (pag. 266, Mundo Libre. Europa y Estados Unidos ante la crisis de Occidente . Tusquets editores. 2005). Ampliación de la UE y globalización son retos que ponen a prueba el liderazgo europeo.

El eje franco-alemán, que ha llevado la iniciativa en la construcción de la UE, está tocado tras el no francés a la Constitución europea sometida a referéndum. En Holanda, otro miembro fundador, también ganó el no, por motivos diferentes y opuestos, tanto entres naciones, como entre segmentos del electorado. El Reino Unido, que se mantiene fuera de la zona euro, cuestiona abiertamente esa Europa de inspiración francesa o franco-alemana. Si los líderes políticos se neutralizan entre sí, la UE puede entrar en un periodo de estancamiento. La renovación de los fundamentos comunes no puede despacharse con evasivas. "Parar es retroceder", ha advertido Angela Merkel a sus colegas. Los intereses particulares, las miras a corto plazo y la falta de ambición democrática entorpecerán el proceso de ampliación y rebajarán la influencia de la UE en los asuntos internacionales.

XLA DECLARACIONx señala que "nos enfrentamos a grandes desafíos que no se detienen en las fronteras nacionales (y) la Unión europea es nuestra respuesta a ellos". Implícitamente muestra una voluntad de superar las iniciativas descoordinadas, en política exterior, de los Estados miembros que todavía se cuelgan el título de grandes potencias de otros tiempos, irrelevantes la mayoría de las veces, cuando no resultan contradictorias. En un mundo donde cualquier nación, rica o miserable, que posea armas nucleares se convierte en una potencia política, la UE confía en ejercer su poder económico y diplomático, ligado al atractivo de los modos de vida que encarna. Los valores compartidos por las sociedades europeas, por un lado, y los gastos y sacrificios para llegar a ser una potencia militar, por otro, dejan fuera del alcance de los gobiernos ese plus de coacción.

El poder blando europeo será eficaz en la medida en que su influencia sea decisiva frente a otros centros de poder duro en la esfera mundial. La UE tiene que afirmar sus principios y convicciones, y superar las actitudes que, desde el pragmatismo interesado o desde el relativismo cultural y moral, acotan la democracia y el Estado de Derecho como fenómenos del mundo occidental, ajenos a otras tradiciones históricas y culturales o a circunstancias tan adversas como las de los países más pobres o de aquellos profundamente empobrecidos por las crisis económicas. El liderazgo europeo tiene que encabezar la causa de los miles de millones de mujeres y hombres a los que se niega el estándar mínimo de derechos y libertades individuales que dignifican la existencia humana.

*Economista