Catedrático de la Uex

Renfe, nos dice una noticia aparecida estos días en este periódico, limita la velocidad de sus trenes en el 60% de la línea extremeña. Eso es un retraso. Pero Renfe no quiere que el tren se estrelle en Extremadura. Y eso es un progreso. No hay mal que por bien no venga.

En este mundo nuestro actual todo, hasta nuestra propia vida, corre a mucha velocidad. Sólo Renfe corre a poca velocidad en los trenes que circulan por Extremadura. Será para compensar: en medio del ajetreo de la vida, de la tele, de los coches, de internet, Renfe nos ofrece la paz de la lentitud de sus trenes.

En otras líneas nacionales los trenes corren cada vez más. Sólo en Extremadura los trenes corren cada vez menos. Será por aquello de la asimetría que habrán empezado a aplicar por el tren.

La luz que se produce en Extremadura corre a no sé cuantos cientos de miles de kilómetros por segundo para irse a otros sitios. Los trenes que vienen a Extremadura corren, en algunos sitios, a unos cuantos kilometritos por hora. Lo que se nos escapa, se nos escapa muy rápido; lo que nos llega, nos llega muy lento.

Para ir de Madrid a Barcelona se tarda media horita en el puente aéreo. Para ir de Cáceres a Barcelona en tren hay que echar comida , porque se va para todo un día; y ahora nos limitan la velocidad en un 60% en la línea extremeña. Menos mal que la velocidad que le quitan a Extremadura se la van añadir al otro tramo; así también se compensa y se hace asimetría.

Las nuevas tecnologías han llegado a Extremadura, como a otros sitios; no hay gran discriminación en esto; la electricidad llegó a Extremadura: primero de forma lenta; al principio había muy pocas bombillas en las calles y en las casas; luego ya de forma más rápida; ya todo se hace conectando un cable con la red eléctrica. Sólo el tren sigue corriendo más despacio en Extremadura; y sólo a las vías del tren de Extremadura no ha llegado todavía la electricidad.

La universidad llegó a Extremadura y llegó tarde; pero desde que llegó no ha dejado de crecer; la autonomía llegó a Extremadura, y llegó por el artículo 143, pero desde que llegó no ha dejado de crecer. También el tren llegó a Extremadura, pero desde que llegó no ha dejado de menguar: desapareció la nostálgica línea del Oeste, la Vía de la Plata férrea; desaparecieron los también nostálgicos apeaderos, aunque esto fue en aras de la modernidad y de la velocidad; pero es que también está menguando la velocidad; lo trenes corren cada vez menos por las vías de Extremadura. Y esto ya no es modernidad.

Los minutos, cuando estamos montados en el tren o en el autobús para salir de una estación, son minutos breves; "faltan breves minutos para la salida", nos dicen por megafonía; será que hay minutos breves y minutos largos. Pero los minutos, cuando vamos por las vías del tren de Extremadura son mucho más largos. Es que, en efecto, hay minutos breves y hay minutos largos; todo depende de una perspectiva que es externa al propio pasar del tiempo: la vía, que hace que el tiempo sea más largo.

Está bien lo de tomarse la vida con tranquilidad; lo de ir despacio y sin agobios; lo de vivir contemplando la naturaleza parado y quieto. Pero ir cada vez más despacio en el tren, eso no parece que esté bien. Aunque lo de contemplar la naturaleza parado y quieto es, junto con lo de evitar que se estrellen los trenes, la única ventaja que tiene el limitar la velocidad en el tren que pasa por Extremadura; así el viajero puede contemplar, casi parado y quieto, los bellos parajes extremeños por los que pasa el tren. De nuevo, no hay mal que por bien no venga.