Dramaturgo

No sé si existe alguna versión de Lisístrata que firme la casa Disney. Lo digo por ese ciudadano que quiere denunciar al Festival de Mérida por haber llevado a su hijo y encontrarse con lo que se encontró firmado por Carles Santos. ¿Qué se esperaba de Aristófanes y de una huelga sexual de las mujeres contra los hombres? ¿En qué bachillerato estudió el padre? ¿Qué Lisístrata ha leído, la de Pemán? Difíciles momentos en los que el público anhela parques temáticos y corremos el peligro de ver la escena que hace siglos sirvió para solaz de soldados eméritos y en la que triunfaban los desfiles provocativos, convertida en otro Port Aventura .

Uno podrá está de acuerdo con este montaje de Carles Santos o no, podrá elegir sus gustos teatrales entre Arniches o Rodrigo García, podrá exigir como público lo que quiera, pero repito, eso de sentarse ante una escena y esperar a que de las piedras salgan romanos peleando y el payaso de McDonalds diciendo al final que todo era mentira, puede ser la puntilla definitiva del principal objetivo de la comedia desde que el hombre la inventó (y del arte en general): conmocionar.

A estas alturas de la película, cuando estamos servidos con raciones diarias de provocación con Boris, Pocholos, ministras de Asuntos Exteriores, corruptos, hijos del Fari cantando a las niñas púberes que "me haces montar la tienda de campaña" y anuncios de coches que corren a más de doscientos por hora, venir al Teatro Romano (o a cualquier teatro) y gritar ¡sacrilegio! debería ser un delito castigado con una pena de comerse diez mini-menús McDonalds sin rechistar o verse de una sentada todas las versiones clásicas de Pemán y los pecholatas .