Dramaturgo

Uno de los ritos de todo proceso electoral es el de la confección, presentación y valoración de las listas electorales. Cada partido político mantiene un sinfín de reuniones en las que se hacen ejercicios matemáticos, exámenes de conductas, evaluación de lealtades y lectura de currículums para poner en el orden menos polémico a los miembros de la candidatura. Hay cuidado a la hora de colocar al candidato fronterizo, aquél que está en el lugar por donde se cortará el acceso al cargo, ya que un error de tiro por falta de cálculo puede sentar en un despacho a quien se quiere y no se quiere como compañero de travesía o sacar del despacho durante cuatro años a otro u otra que "sería una pena no contar con él a pesar de sus reticencias . De todas formas hay que señalar que muchos suplentes políticos han dado un gran juego y que algunos titulares de hoy fueron suplentes de ayer.

El nombre de listas no se utiliza en su acepción relacionada con el grado de inteligencia sino en el de rol, nómina o hilera de nombres. Pero hay casos en los que se prefieren más lealtad y disposición a trabajar en lo que a uno se le indique y menos inteligencia o listura. Se conocen listas muy listas que han acabado hundiendo a una corporación o gobierno, y al revés, listas un poco más tontas que han hecho del gobierno correspondiente un lujo de corrección, eficacia y honradez. Supongo que el votante espera del candidato más de esto último y le importa menos su cociente intelectual, aunque jamás se fíe de aquéllos que hacen de la frivolidad un arte. Ahora bien, no despreciemos al intelecto, porque se podría cumplir el aforismo: Si los inteligentes no entran en política, acabaremos gobernados por los tontos.