La primera víctima mortal española de la posguerra iraquí ya tiene, desgraciadamente, identidad. Manuel Martín- Oar, militar destinado en la embajada de Bagdad, no sobrevivió a las heridas sufridas en el atentado contra el hotel Canal, sede de la Organización de las Naciones Unidas. El capitán de navío fallecido ejercía de segundo del embajador español, y por tanto no formaba parte del contingente militar que el Gobierno de Aznar está desplegando en Diwaniya para cooperar en la reconstrucción del país sin amparo explícito de Naciones Unidas --éstas sólo han dado la bienvenida al Gobierno provisional iraquí que Bush apadrina-- y sin haberlo debatido en el Parlamento.

La decisión de enviar tropas no puede tomarse por la vía de los hechos consumados en una democracia. Tristemente, el féretro de Martín-Oar que llegará de Irak avala la necesidad de celebrar ese debate y hasta de reconsiderar, si fuera el caso, como hacen otros países, el envío de soldados en una misión humanitaria que los iraquís pueden considerar de ocupación. Haber sustituido el debate por injustas acusaciones pretendidamente patrióticas a la oposición que rechazó la guerra y cuestiona el despliegue de tropas no eximirá a Aznar y al PP de sus responsabilidades.