Liquidándose a sí misma la verdadera personalidad del invierno, se abren puertas, ventanas, miradas, los labios, las gargantas porque se divisa, se distingue otra cosa en cosas que no serán como eran, poblándose de azules y amarillos las calles que herían con su escarcha pegada a los talones.

Día tras día. A paso pausado placentero ahora, pasos dorándose sus cabellos de oro, plata en la luna, fugaces estrellas que cantan de madrugada, mirlos que se reflejan en los cristales de los comercios dormidos todavía.

Y, allá, campo a través, las flores de los albaricoques, ciruelos y cerezos, fresales o almendros, en marcando aromática mente las carreteras comarcales, al despertar.

«Ninguna tristeza frenará la hierba» escribió Wislawa Saymbborska . El viento, venga de donde venga y como sea que vega, será para cada uno de primavera.