Tú siempre has bebido el agua del grifo en Cáceres. Pero ahora te sabe a cieno y sólo la utilizas para lavarte los dientes. El sabor dulzón mentolado del dentífrico neutraliza el desagradable gustillo a barro que trae ahora el agua. Supones que el nivel del pantano del Guadiloba -el “guá” lo llama un amigo tuyo, porque así llamabais a los hoyitos que hacíais en la tierra cuando de niños jugabais a los bolindres-, debe estar a punto de tocar fondo. La lluvia se está haciendo rogar y nos tiene secos. De momento sólo por fuera, pero como Dios no estruje el cielo con fuerza para que suelte el agua sin tacañería, tendremos que confiar en las reservas de cerveza y cocacola para paliar la sed.

Deberíamos juntarnos todos los españoles y aspirar con fuerza el aire para atraer nubes del Pacífico que rieguen los campos y llenen los pantanos. A este vil anticiclón que se ha colocado encima de nuestra piel de toro no hay quien le eche.

Unos creen que su larga presencia es cíclica y recuerdan que ya hemos vivido sequías similares o peores. De hecho, tú recuerdas cortes de agua tiempo atrás para racionarla.

Otros opinan que el clima está cambiando a consecuencia de nuestra manía de generar CO2 que va a parar a la atmosfera y ésta se está atiborrando de nanopartículas contaminantes que la calientan y provocan desajustes meteorológicos. Para estos últimos la solución está en fabricar lo necesario, consumir lo preciso y reciclar todo.

Luego están los conspiranóicos, que creen que el clima esta manejado por pérfidos individuos que rompen o guardan aguas utilizando métodos poco recomendables para la salud pública y con fines subversivos. Quizá para fomentar determinados tipos de industrias o provocar disputas entre países.

Tú opinas que es una sequía cíclica, porque ya has conocido otras. Pero sospechas que se está alargando demasiado porque el clima está cambiando debido a que estamos calentando demasiado la atmósfera, la cabreamos y está tomando represalias.

Ojalá que se le pase pronto el cabreo y nos llueva con ganas cuanto antes. Eso sí, esperemos que del cabreo no pase a un ataque de ira y no nos mande la gota fría.