No entiendo la fascinación de un sector de la prensa internacional y nacional, de numerosas figuras políticas, y de parte de la población occidental por un tirano que tiene en su haber tantos crímenes y tanto dolor infringido a tanta gente. No comprendo cómo se puede encumbrar a un opresor tan salvaje que ha provocado el exilio del 20% de la población de su país. No me entra en la cabeza que nadie pueda alabar a un comandante que ha ordenado y ejecutado decenas de miles de fusilamientos, torturas y secuestros de sus propios compatriotas. No soy capaz de entender la atracción, que algunos manifiestan, por un dictador que ha perseguido, inmisericordemente, a cualquier voz que disidiera del discurso oficial. Escucho, con incredulidad, los comentarios elogiosos de ciertos periodistas hacia un censor implacable que ha erradicado la libertad de expresión y de prensa durante los 57 años que cuenta su régimen. No me parecen de recibo las alabanzas de muchos antimilitaristas hacia quien envió a más de 13.000 cubanos a morir en guerras libradas por todo el globo. No soy capaz de encontrar una sola razón por la cual, algunos de esos que se yerguen en defensores del estado del bienestar, alaban la hoja de servicios de un multimillonario comunista (su fortuna se estima en 900 millones de dólares, según Forbes) que ha llevado a un país próspero a convertirse en un isla decrépita, decadente, en la que las cartillas de racionamiento, la esclavitud sexual y la miseria se encuentran al cabo de la calle.

Perdónenme por no sumarme a la ceremonia de halagos que se ha celebrado en honor a Fidel Castro. O mejor, no lo hagan. Cúlpenme por no hacerlo. Porque creo que esa figura ‘política’ no merecía el chaparrón de elogios y piropos que le han llovido.

Nunca he contemplado el fallecimiento de ningún ser humano como motivo de alegría o júbilo. Y este no es un caso diferente, en ese sentido. Pero sí pienso que el mundo será un lugar mejor en la medida en que haya menos tiranos y sátrapas secuestrando la voluntad de los pueblos para imponer sus ideologías criminales. Tanta paz lleve como descanso deja.