TLta reanudación del programa nuclear por parte de Irán es una pésima novedad. Mahmud Admadineyad , el presidente del país no es clérigo chiíta pero ha recuperado el discurso que llevó al poder al furioso ayatolá Jomeini . La fijación que tiene contra Israel es patológica. Ha llegado a negar el Holocausto y a decir que los judíos deberían desaparecer del Cercano Oriente para trasladarse a Alemania, Canadá o Alaska. Parece un loco con una pistola. Dice cosas que hacen dudar de su buen estado de juicio pero que analizadas con frialdad se ve que responden a una política que en clave interna iraní tiene su porqué. Admadineyad quiere ser más ayatolá que los ayatolás, quizá por lo dicho: porque no es clérigo en un régimen tutelado por la casta de religiosos que se hizo con el poder tras derrocar --con la miope complicidad de Washington y Paris-- al Sha .

La ruptura de los precintos de las instalaciones nucleares contraviene el mandato de las Naciones Unidas y ha encendido todas las alarmas.

El presidente francés Chirac , el ministro inglés de Exteriores, Straw y el portavoz del Departamento de Estado de los EEUU han advertido a Irán del error que supone reanudar el programa nuclear. También Berlín se ha sumado a la crítica. Desde Israel la advertencia adquiere un aire mucho más inquietante. La situación nos trae recuerdo del ataque llevado a cabo en 1981 un escuadrón de combate de la aviación israelí contra una central atómica de Irak. Los cazabombarderos judíos destruyeron todas las instalaciones de Tamuz y la protesta de Sadán Hussein ante la ONU se perdió por los pasillos, por eso, ante la nueva situación creada esta vez en Irán, la advertencia de Israel cobra una virtualidad extraordinaria. Israel tiene, además, un viejo resquemor contra el régimen de los ayatolás porque es sabido que la milicia armada libanesa Hezbolá --que opera desde el Valle de la Becáa-- lleva años hostigando la zona norte de Israel atacando con sus cohetes Katiuskas los kibutz próximos a la frontera en la región del Golán.

Si caemos en la cuenta de las vísperas electorales que vive Israel y que la desaparición de Ariel Sharon de la escena pública podría exigir a su sucesor un plus de dureza, la verdad es que la situación se torna inquietante. Mal ha empezado el año en el Cercano Oriente.

*Periodista