Es un hecho cierto que el nivel del sector de la construcción, sobre todo en el inmobiliario de los últimos años, con altos niveles de actividad de promoción inmobiliaria, en el entorno de las 600.000/700.000 viviendas iniciadas cada año, auspiciado por unos reducidos tipos de interés, ha mantenido la economía del país en los más altos índices tanto de crecimiento económico como de creación y ocupación del empleo, situación esta que ha permitido absorber una gran parte de la inmigración --legal unas veces y no tanto otras--, dando ocupación tanto a trabajadores nacionales como extranjeros.

Por motivos que no acabo de entender del todo, a no ser una malsana envidia de los países de nuestro entorno económico ante el apabullante crecimiento y fortaleza nacional, empezaron las críticas a la excesiva dependencia económica del sector inmobiliario, para intentar así paralizar la actividad; recordemos aquello de la burbuja inmobiliaria, que en realidad nunca llegó a ser tal burbuja, jaleadas muchas veces por responsables (?) políticos nacionales, sin otro interés que desacreditar a los responsables del Gobierno en curso, ignorando que no todo vale en la lucha política cuando de la economía nacional se trata.

Quiero pensar que más por desconocimiento que por interés, aquellos agoreros de predicciones económica, han causado al país un trascendente daño que si no se pone remedio a corto plazo todos vamos a lamentar.

Efectivamente, la actividad de construcción (sobre todo la inmobiliaria) tiene un efecto locomotora en la actividad económica de un país, pues la inversión en la misma es un multiplicador tanto de la inversión-producción como del empleo, superior a cualquier inversión en otro sector.

El mecanismo económico de transmisión de tales beneficios se explican en las primeras nociones de macroeconomía de cualquier estudiante de la materia: El aumento de la actividad constructora (inmobiliaria), provoca un aumento en la actividad de otros sectores que suministran a la misma, que a su vez crean empleo, que hace aumentar el consumo y por lo tanto un aumento de la producción nacional, con el consiguiente aumento de más empleo, más consumo y más actividad. Una reducción en la actividad provoca el efecto inverso paulatino, con menor actividad, desempleo, menos consumo y menos actividad.

XPOR OTRAx parte, las tensiones monetarias que han provocado la subida de los tipos de interés y por lo tanto del coste de las hipotecas, han hecho que las economías familiares tengan que dotar una mayor cuantía de sus ingresos familiares al pago de la hipoteca, y como los ingresos están cuantificados, no queda más remedio que quitárselo del consumo. Esta disminución de consumo aboca a una menor producción de los bienes y servicios, y por lo tanto a una reducción de las necesidades de trabajadores, que verán reducidos sus ingresos y tendrán que adaptar sus consumos a la nueva situación de desempleo, y así sucesivamente. Con el tiempo, la locomotora va perdiendo fuerza y velocidad.

Por fin, el máximo responsable de nuestro gobierno, asesorado por alguno de los 682 asesores que tiene, le ha explicado cómo funciona la macroeconomía y las interdependencias de las variables económicas y está --más vale tarde que nunca-- persuadiendo a la banca sobre la necesidad de no aplicar con suma rigidez los criterios de concesión de créditos para la actividad del mercado hipotecario, ya que todos nos jugamos mucho.

En algún otro momento, otro asesor tendrá que advertirle sobre la peligrosidad que supone el creciente desempleo de todos esos emigrantes que en época de bonanza encontraron un perseguido y añorado empleo que ahora peligra, pudiendo generarse en no mucho tiempo tensiones sociales en aquellas capitales de máxima concentración inmigratoria. Es tiempo de recordar a Europa que España, puerta de la emigración, no muchas veces legal, ha sido quien ha estado absorbiendo las corrientes migratorias norteafricanas y subsaharianas y ahora pintan bastos, quedando dos salidas: o que este se convierta en un país de paso hacia Centroeuropa --que no crean--, o una mayor ayuda europea con políticas migratorias europeas socialmente responsables.

Y por último, no estaría de más en que alguien diga a nuestros responsables de política económica, que la manera más rápida de poder recuperar los niveles de consumo que mantenían la actividad en los niveles anteriores a los del sobrecoste hipotecario, es bajando los impuestos, para poder liberar una parte de los ingresos que de otra parte estarían cautivos.

*Economista